jueves, 19 de marzo de 2009
AUDAX IGNORANTIA
A veces suceden estas cosas. Sobre todo si se comete la imprudencia de no saber con quien hablamos. (“¡Fíjate que saco de patatas!” “Es mi madre”). Por eso los políticos hacen bien cuando, antes de reunirse a hablar con un cristiano, hacen por saber de quien se trata. (“Qué revolcón tiene esa jai” “Yo soy homosexual”. “¡Bueno yo también un poco!”) Es una precaución de prudencia elemental. Pero el señor Zapatero, que parece estar en Belén con los pastores, lanza las opiniones, las promesas, las palabras y las invitaciones sin paracaidas. Y, claro, si dice que los pueblos y las culturas tienen que vivir hermanados en el amor de Dios, los concurrentes pueden ponerse la sonrisa de los buenos deseos y obviar la realidad cruda. Pero si el invitado ha sido invitado en calidad de experto y opina que la crisis va a agravarse en España más que en el resto de Europa, no puede decir lo opuesto para no contrariar a su anfitrión, porque no está dispuesto a faltar a la verdad, porque no le da la gana venderse por cuatro euros y porque está en juego su prestigio.
Y este es el cuento del presidente Rodriguez Zapatero y el Nobel de Economía Paul Krugman. De modo que mientras el primero afirmaba en el “Foro Innovae” con su voluntarismo enternecedor, que las medidas que el Gobierno español había adoptado en los últimos meses con el Plan-E, la inversión en I+D+i y las lineas del ICO nos ponen a la cabeza europea de la recuperación, el señor Krugman calificaba de “aterradoras” las perspectivas económicas del Continente y de nuestro país en particular. Hemos agotado la munición convencional, vino a decir, y necesitamos una respuesta sin precedentes, imaginativa, audaz, novedosa, drástica y dolorosa. “España podría amortiguar su vertiginoso declive incrementando la productividad e innovando, pero es impresionante que resulten ya demasiado optimistas las previsiones del FMI que calculaban un decrecimiento del 1'7%”.
Sin embargo ZP, ese estusiasta “boy scout”, sigue creyendo con voluntad de medallista que querer es poder, lo que puede ser cierto para un individuo pero no para un colectivo. No es consciente, según creo, de que vamos a despeñarnos por la catarata hasta el abismo. No lo creo capaz de tal crueldad. Pero si es culpable de una providencialista inconsciencia –él que es agnóstico-- capaz de contradecir sin turbarse los argumentos de un eminente experto, como el premio Nobel de Economía, que es susceptible de equivocarse, pero que atesora conocimientos, experiencia y herramientas que le hacen más fiable. Estamos, como siempre, ante la audacia de la ignorancia.
www.dariovidal.com
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