No sabemos si estamos en el peor o el mejor tiempo. Una época habitada por los hombres ha debido estar siempre teñida por sus miserias y sus crímenes. Lo digo por esa alimaña detestable a la que llaman Miguel Carcaño y por las otras muchas que contaminan el aire que respiran atentando contra sus iguales.
Ignoro si el tiempo pasado fue mejor. Que lo dudo. Solo que en otras épocas los sucesos estaban teñidos de misterio y poblados de brujas, de fantasmas, de aparecidos, y aún del mismísimo demonio que venía a llevarse al infierno en carne mortal a los malos, y ahora conocemos en su desnuda sordidez el lado más oscuro de los hombres. Son maneras distintas de terror. Aunque ahora hayan acuñado esa voz para su comercio exclusivo los terroristas profesionales. Si bien idearon el vocablo los de la secta de los “assasins”, que tenían que demostrar haber terminado con algun semejante para ingresar en la honorable cofradía. Así es que, como decían los latinos “nihil novum sub sole”.
Si alguien piensa que el infamante maltrato a las mujeres y a los niños es una invención de nuestros días, como las sevicias de ciertas mujeres a sus compañeros, se equivoca. Lo mismo que la nauseabunda práctica paidófila con los niños. Pero cuando menos, ahora esa basura se airea al sol aunque impregne el aire de irrespirable fetidez. Sin embargo quiero creer que poco a poco vamos mejorando, aunque quede trecho por recorrer.
No obstante, aunque en la esfera de lo individual tal vez se note algún progreso, soy más pesimista en cuanto a quienes establecen el imperio del Infierno en la tierra. Nabucodonosor evaluaba sus triunfos contando los cestos llenos de los prepucios de los vencidos, aunque fueron peores con sus pueblos Calígula y Nerón, por no hablar de un personaje tan estremecedor y sanginario como Vlad Draculae III de Transilvania, “voivoda” de Valaquia, hijo de un caballero de la Orden del Dragón (Dracul) creada para repeler en su origen a los turcos. Si bien su descendiente no hizo distinciones entre moros y cristianos, y mereció el apodo de “Tepes” (El Empalador) y de “Hijo del Diablo” porque, en rumano, “dracul” expresa ambos conceptos. Pero no le anduvieron a la zaga, en pleno siglo XX, Hitler y sus campos de exterminio, Stalin y su Gulag, Videla con la Escuela de Mecánica de la Armada y los vuelos sin retorno sobre el Atlántico, el siniestro Pinochet haciendo de Chile un camposanto amedrentado, y Pol Pot artífice del régimen genocida camboyano, y Nicaragua, y el exterminio de amerindios en Centroamérica, y la persecución de aborígenes en Brasil mientras arrasan sus tierras, y la devastación de los indios “misquito”, y la vergüenza de Guantánamo, y el horror de Abú Ghraib, el penal construido por Sadam Husseín y convertido en centro de tortura por un fantoche grotesco que hizo posible el soñado esperpento cinematográfico de “Forrest Gump”, el ignaro George Bush erigido el liberador de los iraquíes mientras los acababa.
Pero no es preciso ir tan lejos. Una tierra más próxima a nuestro corazón y al sentimiento como la Guinea Ecuatorial, provincia de España como Salamanca o Tarragona hasta 1968, aunque algunos lo hayan olvidado y otros lo ignoren gracias al cuidado minucioso que los sucesivos gobiernos ponen en que desconozcamos nuestra Historia, se halla sometida al terror en el olvido. Por eso hablamos del Infierno.
A la ex Guinea Española, abandonada apresuradamente a su suerte en 1968 tal vez para que no se destapasen en lo último del régimen los negocios de allegados y ministros del Generalísimo, la metimos --metieron-- en la representación de una parodia de Democracia auspiciada por la potencia colonizadora que ni la gozaba ni creía en ella, y la depositamos en manos de Francisco Macías, un asesino paranóico que atemorizaba a la gente, del que la liberó un joven militar, sobrino suyo, educado en la Universidad del Opus de Pamplona y en las Academias Militares de Zaragoza y Toledo. Se llamaba Teodoro Obiang Nguema y representaba la esperanza de la nación recién creada.
Hago gracia al lector de las andanzas de esta jóven promesa y de la persecución a sus opositores políticos, del acoso a los partidos que han claudicado poniendo en sus presidencias o sus secretarías generales a miembros de su propio clan o su familia; obviaré el pasteleo, los enjuagues y los crímenes que han dejado un rastro de desaparecidos, presos, exilados y huidos. Aunque suene a broma, el tirano ha asumido la representación de la Providencia ya que desde el año 2003 dice tener contactos diarios con el Todopoderoso que le guía, así es que no puede pecar, haga lo que haga, y además los guineanos le pertenecen. De modo que a la piadosa comunidad cristiana no le queda ni el consuelo de que el Señor le pida cuentas. Y no se rían del disparate porque es cierto, pese a que Aznar y Zapatero le acojan y rían sus gracias, haciéndonos cómplices de su culpa. Por eso quiero hablarles del Infierno.
Desde que este salvador accedió al poder hace 29 años, ha sido asesinada el 10 por ciento de la poblacion, no contando desaparecidos, detenidos ilegalmente sin juicio o torturados, no olvidando que la tortura comprende dislocaciones, luxaciones de miembros, fracturas de huesos, mutilaciones, violaciones, sesiones de descargas eléctricas en los genitales y desgarro de vaginas con tenedores, entre otras prácticas. Por supuesto arbitrariamente y para mantener activa a la policía. Pero no queda ni el consuelo de irse a curar porque, ademas de carecer de Seguridad --¿contra quién?--, de Educación --¿para qué?-- y de Justicia –innecesaria--, carece también de Sanidad. El único hospital del que dispone es el desvencijado de Malabo, siempre que se pague la asistencia por adelantado y se aporten las medicinas, las jeringuillas, los anestésicos, los bisturíes, el colchón, las sábanas y la comida. Asi se está como en casa, que es lo que desean todos los enfermos.
Pero nadie piense que Guinea es pobre, aunque haya caido en la avaricia insaciable y enfermiza de los Obiang. Guinea posee la reserva de petróleo más importante de África y produce 400 mil barriles diarios por los que la familia Obiang percibe los derechos de extracción de los gobiernos estadounidense y chino así como los de licencia de las compañías, y los trabajadores nativos ajenos al clan pagan a la familia una parte aleatoria de su sueldo; asimismo exporta al año un millón de metros cúbicos de maderas preciosas taladas en sus bosques, lo que constituye un expolio criminal e irresponsable de la selva virgen. Pero no satisfechos con ello, sus dirigentes han convertido el territorio en el centro del tráfico de drogas de África Occidental. Pese a ello la esperanza de vida es de solo 43 años porque el 80 por ciento de la población sobrevive con solo 20 euros al mes y carece de recursos sanitarios como hemos visto. Por contraste, la familia del presidente Teodoro Obiang atesorea el 98 por ciento de la renta nacional. El chantaje, la amenaza, el saqueo, el robo y el asesinato les ha permitido hacerse con las mejores fincas, atesorar las mas apetecibles propiedades y poseer todos los terrenos edificables y de valor turistico en las islas y el continente.
Teodoro Obiang Nguema, “el Jefe” como le llaman, se puso a la tarea de procurarse un patrimonio en cuanto accedió al poder, para no tener que exilarse de madrugada con una mano delante y otra detrás, cuando fuese a sucederle lo que a su tío Francisco Macías. No confiaba en aguantar tanto, pero durará si nadie se le impide hasta decalvar todos los bosques y sorber hasta la última gota de la dulce Coca-Cola del subsuelo. Continuará porque es muy querido: fíjense hasta que punto, que en las últimas elecciones ganó con el noventa y nueve y medio por ciento (99'5%) de los votos. Una coincidencia que habla contundentemente de la popularidad de El Jefe.
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