lunes, 30 de marzo de 2009
PARTE DE BAJAS
¿Recuerdan la historia de los pintores? Pues bien, se ha iniciado el recuento provisional de bajas. Ha muerto una pequeña escultura de terracota que adoraba, y una cerámica de Lladró tal vez ñoña pero muy querida ha quedado malparada. Algunos cuadros han tenido desperfectos: un bellísimo óleo de Grau-Santos que preside el salón y es uno de mis preferidos ha sufrido un craquelado en el centro del terso cielo estival, y la mayor parte de los marcos tienen dañadas las molduras. También hay más de una veintena de libros desaparecidos, aparte de otros que ignoro si están, porque no los he necesitado.
Hay más cosas de menor cuantía pero me interrogo por los motivos de tal devastación. Me había olvidado ya de otras veces, pero creo que en esta ocasión los daños no pueden compararse. Con alguna reflexión, daríamos en las raíces inmediatas. Descubriríamos falta de pundonor, de voluntad y de ganas; carencia de vocación --o de afición si preferimos restar solemnidad a las palabras-- y como consecuencia, ausencia de esmero. Antes los mozos hacían un largo noviciado desde el aprendizazgo a la maestría para poseer los secretos del oficio y aguantaban advertencias, repeticiones, sermones y algún capón de los maestros, con la certeza de que habían elegido el mejor de los caminos; creían como los hombres Alfa, Beta y Gamma del Mundo Feliz que eran la pieza angular de la comunidad y sentían orgullo. Por eso padecían cada error como un desdoro. Ahora no les importa –no nos importa-- un comino. Lo que importa es otra cosa; hoy el último monigote quiere saber antes de nada cuánto se cobra. Así es que en eso estamos.
Puesto que están así las cosas podríanos educar –y reeducarnos-- negando los estipendios hasta que la cosa estuviese niquelada. Pero no lo hacemos. Sin duda alguna, habrían de pagarme por los desperfectos mucho más que yo por la pintura. Pero he abonado la factura sin rechistar. Prefiero que se vayan cuanto antes y desahogarme a solas y sin riesgo de agredirles a medida que vaya descubriendo calamidades. Eso sí, van muy deprisa. Es más fácil destruir que construir. Y ahora que me acuerdo, no les había dicho otra cosa: casi todas las veces que he mudado un cuadro, al clavar se han desprendido de la pared rebanaditas, costras y postillas de pintura que no pinta.
No son pintores, son unos chapuceros ignorantes que no saben preparar una superficie para recibir el color. Aunque tal vez nos pasa lo mismo a nosotros.
www.dariovidal.com
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario