Conozco muy bien el modesto papel que juega España en el concierto de las naciones, muy a pesar mío. Pero se puede ser digno con muy poco y respetable con solo una pizca de coherencia política. Y me mortifica ver a nuestros políticos haciendo bobadas para congraciarse con el que manda: el uno poniendo los pies sobre la mesa como hacía el jefe que, con toda seguridad, no habría superado la elemental prueba de buenos modales para conserjes en la vieja Europa, y el otro babeando ante el que manda después de haber permanecido durante cinco largos años de cara a la pared y sin que le hablaran.
De todos modos, el embeleso de Zapatero tiene una explicación en la credibilidad, el encanto, la seducción, el hechizo y “el tirón” que a todo el mundo ha fascinado de Barak Obama, en tanto que es dificilmente explicable la atracción que ejercía sobre Aznar –hombre pequeñito, lleno de complejos y enfurruñado-- un patán inculto, alcohólico, pendenciero, fanático, embustero y universalmente impopular, como George W Bush, que ha conquistado el dudoso honor de ser reputado como el presidente mas nefasto e incompetente de la Historia de los Estados Unidos de América. Estoy convencido de que Berlosconi, el otro compadre entrañable del risueño señor Aznar, que le ponía graciosamente los cuernos en las fotos y fue testigo de boda de su hija en el Escorial –¡vaya amigos y vaya decorado para una fiesta!-- se volcará más con las víctimas del terremoto de los Abruzos que el clasista petrolero tejano con ocasión de las desastrosas inundaciones que sembraron la desolación y la muerte en Nueva Orleans entre sus compatriotas negros.
No soy quién para valorar, como he hecho, las amistades personales de nadie. Pero sí tengo el derecho de exigir a quienes nos representan que no miren a nadie desde abajo. Primero, la dignidad. Solo eso.
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