martes, 7 de julio de 2009

BORRACHO DE DIOS


"Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia”,-- habrá pensado el clérigo al que los motoristas pararon en una carretera de Italia para practicarle un control de alcoholemia y dió positivo. No se si una maniobra heterodoxa o una aceleración fulgurante delató un barrunto de pítima, pero cuando se está trabajando y hay más demanda de la que se puede gestionar, es injusto exigir que se atienda a todo.

Como en nuestro país, en Italia faltan sacerdotes, y los creyentes cada día más añosos y envejecidos se niegan a morir pues por mucha fe que tengan, más vale pajaro en mano... Mas en la Iglesia, como en la Sanidad, el paciente desea un trato mas próximo, íntimo y personalizado porque las dolencias del alma, como las del cuerpo, no se curan con agua bendita ni pócimas de boticario sino con la palabra. Los psicólogos, los psiquiatras y los psicoanalistas no han sabido tomar el relevo a confesores y médicos de cabecera, desgraciadamente arrumbadas por la prisa, que eran maestros de la conformidad y el sosiego enseñando la virtud de la paciencia.

El caso es que los pobres curitas van aventados con sus utilitarios, de pueblo en pueblo, para celebrar la Eucaristía. Y en algunas ocasiones les reciben en trance de “pitada” como cuando el cine del pueblo no comienza a la hora. Y así no es posible concentrarse, ni recogerse, ni pensar la homilía, ni meditar en el sacramento, ni nada. (“Puestos a llegar tarde, a Valdebarranco y a Torrejoncillo, tal vez sea mejor alterar el orden y no tener que disculparse por llegar con retraso mas que ante unos feligreses. Ya les diré que he tenido un pinchazo y que Dios me perdone!” ) Esta razonable reflexión tal vez fue interrumpida por el sobresalto de un motorista alzando la mano. (“Dios mío ¿qué he debido hacer?”) “Buenos días, señor”. “Buenos días”. “¿Es usted el propietario del vehículo?” (“¡Malo, malo, malo..!”) “Si señor”. “¿Quiere enseñarme la documentacion, por favor?” (“Uy, uy que mal pinta esto”) Silencio, búsqueda febril en la guantera, papeles manoseados, seguros caducados... “No, este es de 2007”. “Pues le aseguro que lo tengo”. Mirada escutadora. Nueva búsqueda. “¡Mire, aquí está....Si yo ya sabía que....!” “¿Le han hecho alguna vez una prueba de Alcoholemia?” “Si señor”. Se le hiela la sangre. “Pero yo estoy en ayunas...”-- desea puntualizar. “¿Quiere soplar?” --solicita el agente rasgando el celofán. Un soplido, un silencio y un veredicto atroz. “Ha dado positivo: supera los 0'5”. “Le doy mi palabra de que estoy en ayunas. No he comido ni bebido. Soy sacerdote y he dicho misa en cuatro pueblos...”

Pero las pupilas, el hígado y el cerebro no saben Teología ni entienden la transubstanciación. Y se alborotan la sangre y los sentidos.


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