Me contaba un madrileño, que, en la preguerra civil, asistia una tarde a una función en cierto teatro popular del Foro, en que el protagonista, que era un rufián y un sinvergüenza, se granjeaba en cada representación la inquina y el rechazo de “el resptable”, al punto de que la salida de actores tenía que ser custodiada por la fuerza pública, como se decía entonces. Todas las noches hacía el paseíllo hacia el taxi que le devolvía a casa, desalentado por insultos muy de la época como canalla, infame, traidor, sinvergüenza, degenerado, invertido y otros calificativos que no hubiese soportado de no ser porque pagaban más y era padre de familia.
Lo cierto es que “el galán” se las traía, porque engañaba a un honesto obrero de escasos recursos con su mujer, a ambos con una de las hijas y a todos con el novio de la otra. Una maldad zafia y humillante.
El caso es que una noche, cuando estaban más caldeados los ánimos y algún espontáneo quiso saltar al escenario para darle su merecido al tiempo que unos le llamaban “rojo” y otros “fascista”, se alzó un jaque de un asiento del patio de butacas y encarándose al público gritó estentóreamente: “¡Y a mí que el gachó me cae simpático!” El teatro fué un rugido y mientras unos tiraban hacia el escenario en busca del infame pederasta mujeriego y maricón, otros cayeron sobre el provocador y allí el que no acabó en el Cuartelillo fue a parar a la Casa de Socorro.
Pues bien, ese episodio de cuando este servidor no tenía todavía el proyecto de nacer, me remite a la indefendible estupidez del PP al querer imponer un examen a Leire Pajin para acceder al Senado. Y yo les diría a los estrategas de la gaviota, incapaces de hallar recursos más sutiles para impedir que el rival político acceda a un cargo –supuesto que tal pretensión superase el Exámen de Democracia-- que imitar el proceso el nombramiento de la hispana Sonia Sotomayor como magistrada del Supremo de EE.UU es una torpeza. Si con esos mimbres pretenden ser “alternativa”, no se qué cesto puedan tejer. Porque en esto de la política, aparte de las preferencias personales por unos u otros, es imprescindible el “jogo bonito” capaz de convencer. No se trata de ganar a toda costa como predicaba Bilardo, sino de elaborar un juego hondo, honrado y con enjundia. Un juego bonito. El “catenaccio” con que desean neutralizar a Leire Pajin no conduce más que al descrédito, al aburrimieno y a la derrota. Si infame fué “El golpe de Estado de los Móviles” perpetrado por Rubalcaba en la Jornada de Reflexión, la aplicación de la técnica del “cerrojo” para frenar a Leire es “mas que un crimen, una equivocación”. Algunos diremos: “¡Y a mí que la gachí me cae bien!”
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