No se quién ha comenzado esta pelea callejera de insultos y escupitajos entre los dos partidos más votados. O ya no me acuerdo. Pero si dos equipos interrumpiesen el partido y se enzarzaran en una discusión banderiza capaz de encrespar incluso al público, el árbitro les conminaría a que dirimiesen sus diferencias jugando y no gritando. O a mi me lo parece
Nada mas lejos de mi intención --y de mi cualificación-- que meterme a constitucionalista, aunque tantos aficionados incompetentes e ignaros se postulen como redactores de una nueva Carta sin advertir que lo sensato es transitar con comodidad y el mayor acuerdo por nuestro tiempo, ya que el pasado ya es Historia y el futuro no nos pertenece.
A mi me parece que una instancia arbitral superior, incontaminada por los partidos en litigio, alejada de la gobernación del Estado pero no ajena a los intereses del país, como es la Corona, debería recordar a los líderes el compromiso que han adquirido. La Corona no gobierna, no manda, no interfiere, no toma partido, pero no por ello debe permanecer ausente. Esta es una queja que comienza a emerger de entre los propios “juancarlistas” --aunque ese adjetivo insatisfaga al Rey--, como debe haber detectado la Zarzuela. Y esta es una de las escasas prerrogativas del Monarca y tal vez la primera de sus razones de ser. Una mediación que sería imposible en un presidente de la Rupública, siempre parcial, porque pertenecería por su propia naturaleza a la esfera emocional de un partido, al que debería obediencia jerárquica y tendría que ser garante de su pureza ideológica. No así el Rey cuya primera virtud es la independencia.El plena recesión, ahogados por el paro y en medio de una planetaria crisis económica, parece cuando menos frívolo quemar pólvora en salvas y detenerse a porfiar si son galgos o podencos, aunque probablemente el responsable de esta actitud haya sido el partido en el poder que en lugar de dedicarse a resolver los muchos problemas que no ha sabido gestionar, se ha aplicado a distraer al respetable lanzando globos de colores y creando incluso un Ministerio de Dispersión que es como le llamarían los expertos de “Agiprop”. Asi el Ejecutivo prohibió –sin prohibirlo-- fumar en lugares públicos al tiempo que desterraba de ellos los símbolos religiosos, exhumó los muertos de la Guerra, hurgó –sin hacerlo-- en el enterramiento de García Lorca, se puso a jugar impudicamente con el sexo permitiendo a las chicas de 16 años el aborto libre y exhortó a los homosexuales a casarse --mejor que en Las Vegas-- en este Faro de modernidad. Pero no dió soluciones a lo que nos importaba. Y la oposición entró al trapo. Asi es que el Rey debería cogerlos de las orejas.
DarioVidal
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