lunes, 3 de agosto de 2009

LA BURLA DE LA JUSTICIA


No hay nada más injusto que la arbitrariedad. Pero uno, que no tomó el camino de las Leyes, dando gracias a Dios, piensa que la senda procesal está empedrada de excepciones, tiquismiquis, peticiones de principio y arbitrariedades. Es como el Juego de la Oca, casi siempre en beneficio de los criminales.
Si yo pudiera decirlo, lo diría. No pague usted impuestos, comercie con lo que pueda, haga lo que le plazca que la vida son dos días. No se prive ni se cohiba.
Hoy escucho la noticia consabida de todas las semanas. Una banda detenida por tráfico de drogas, poseedora de fincas lujosas, varios coches de alta gama, almacenes de estupefacientes, armas y un rico historial de golpes y desaguisados, va a ser puesta en libertad porque, aunque se ha demostrado su actividad sobradamente y sabido que vive del honesto negocio de corromper a la población, a la juventud y a la policía, las pruebas explícitas, fehacientes y contundenes no las da el juez por válidas, ya que las primeras pesquisas se realizaron mediante una escucha telefónica no demandada por el juez. O sea que la sociedad, la policía y la gente honesta, ha caído en el bonito “pozo” del “Juego de la Oca”.
No se hasta que punto una prueba puede darse por válida si se ha obtenido bajo la presion de la tortura, que puede inclinar a confesar lo que el inquisidor desee, pero un dato obtenido sin coacción y sin violencia, que ademas es confirmado objetivamente por los hechos, pensamos todos honestamente que no puede desbaratarse por un quítame esas pajas.
Porque si es cierto que hay que garantizar la impunidad del presunto delincuente, no se debe ser menos garantistas con la seguridad de la sociedad honesta. Y porque cuando se trata de
investigar, descubrir y confirmar un crímen, no puede dejarse en manos de un abogado habilidoso la posibilidad de burlar la Ley argumentando defectos de forma, plazos prescritos y otras pendejadas similares, que no son más que turbias vias de escape de los culpables, alimentando la venalidad, el soborno y el cohecho.
Las víctimas y la sociedad en su conjunto, desean la corrección de los delincuentes, el pago de sus delitos y la garantía de que los hechos perseguidos no volverán a repetirse porque serán debidamente castigados. Que el malhechor pueda burlar la condena porque lo que fue un crimen en su día deje de serlo al cabo de cinco años y un día -es un decir-, o porque el juez no autorizó a escuchar una conversación que no volverá a repetirse, es algo que no entiende la honesta gente de la calle sin estudios especializados ni el contribuyente que paga sus impuestos para que cobren los policías y los jueces. Esos ciudadanos elementales se sienten estafados. Piensan, como el iletrado autor de estas líneas, que alguien juega con cartas de mas y que los que deberían velar por sus derechos les hacen la higa y su burlan de la Justicia.

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