lunes, 17 de agosto de 2009

LA FAMOSA "TE-CUATRO"




No pidan responsabilidades al señor Blanco por el apagón de mas de una hora en la terminal aérea más moderna de Madrid porque lo de la “T-4” viene de lejos. A cada cual lo suyo.
La celebrada terminal reciente de Barajas es solo un decorado, una maqueta, un trampantojo, un cachivache inservible como se reveló desde el momento mismo de su inauguración: es un paisaje futurista muy aparente para los fotógrafos y la propaganda, pero absolutamente inservible para cualquier uso. Es un muerto, una castaña, un molondro, una birria que no debía haberse
“recepcionado” y ustedes disculpen el vocablo que no es mío, pero, qué quieren, es como se han puesto de acuerdo en denominar a la aceptación de una obra concluida.
La “T-4” fue un barco aceptado sin haber efectuado las pruebas de mar, un avión expedido sin el preceptivo Certificado de Aeronavegabilidad, y un edificio sin desagües ni tomas de luz y agua.
Ya en el primer minuto se negaron a funcionar los servicios mas elementales, fallaron las cintas transportadores, se perdieron la mitad de los equipajes y otros se barajaron de tal modo –lo que no puede extrañarnos en Barajas-- que aparecieron en todos los paises del contorno. Pero lo peor es que esa eventual fatalidad se repitió durante meses.
Algo después se produjo el tremendo atentado en los aparcamientos del sótano, que costó la vida a dos emigrantes sudamericanos. Y ahora se queda sin luz la terminal con sus anejos, las pistas, la línea de metro y el acabose.
Me dirán que el atentado fue algo inesperado. De eso me quejo. De que no se previese tal eventualidad, sobre todo cuando se han puesto en alerta roja todos los aeropuertos del mundo y se ha impuesto a los pacientes pasajeros que se descalcen como si fueran musulmanes y que muestren el tafanario como sodomitas. ¿Concuerdan esa indignidad con las medidas reales de seguridad?
Tampoco estaba previsto este gigantesco apagon irresponsable que muchos viajeros achacaron a un atentado, con el consiguiente pavor, y en el que debían haber pensado los constructores, quienes han dado de paso una buena idea a los terroristas.
Es incomprensible. Cuando una doméstica instalación casera está llena de fusibles, sensores y desconectores con la única pretensión de que no se funda el televisor al tiempo que la cocina, es posible que una estación transformadora deje a oscuras –y sin las preceptivas luces de emergencia-- las instalaciones de un aeropuerto, inmovilice los trenes en el sótano y apague la balización de las pistas. Pero nadie piensa en dimitir.


Darío Vidal

17/08/2009

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