Será porque se trata de la cara, pero el trasplante de rostro del Hospital de la Fe de Valencia ha superado todos los límites de la publicidad y la imprudencia informativa. No se si también de la otra. Ha sido como una incontenible “mascletá” quirurgica multidisciplinar.
Me congratulo –cómo no-- de la novedosa operación, y de que a las ocho intervenciones precedentes añada ésta la complejidad, casi circense, de reimplantar la lengua y la laringe además de la reconstrucción de la mandíbula inferior. Me alegro y deseo con todo fervor el venturoso remate que proclaman antes del plazo mínimo razonable para aventurar si el trabajo puede o no ser coronado por el éxito.Pero la ilusión comprensible, el afán de triunfo y la impaciencia se han impuesto, en mi opinión, a la cordura.
Las gentes dedicadas a un oficio con pasión no suelen prestar demasiada atención a la difusión de sus hallazgos e invenciones. Se cuenta de científicos, artistas y escritores como Balzac, que incluso se olvidaban de comer. Sin embargo el silencio, la discreción y el sigilo han estado ausentes de este proyecto, y, lo que es más grave, la identidad del donante y el receptor que hasta el momento eran datos secretos, protegidos y sagrados han sido revelados. No sé si este hecho marcará el punto de inflexión entre la época presidida por el compromiso deontológico del silencio y otra inspirada por el barullo mercantil de la publicidad y la propaganda.
Por lo pronto, el vocero más activo del evento ha sido el jefe del equipo Pedro Cavadas, que si bien es el responsable de la coordinación del trabajo y el director de orquesta de los 30 especialistas que intervinieron decisivamente en la operación --a quienes no citó--, permitió las filtraciones en un ejercicio cuestionable de inmodestia. Esa primacía del espectáculo y el “show” frente a la labor callada de los científicos, puede arruinar la discreta política de transplantes, como advertía el propio doctor Cavadas en la conferencia de prensa en que culpó a los presentes de lo que sabían, en lugar de haber reprendido a sus ayudante y a si mismo por haber revelado lo que aquellos no debieron saber nunca. Si los allegados cobran por largar, la próxima parcela que van a explotar los programas de corazón –jamás denominados con tanta propiedad-- serán los espacios de trasplantes, con el condimento de la lástima y mucha sangre.
Asi es que el dortor Cavadas inauguró la nueva etapa con rostro incipiente de Bin Laden y gesto de Ortega Lara, embutido en una exótica marinera con cuello y pechera bordadas que evocaba al “Nabuco” verdiano.
Mi querido don Pedro no ha aprendido que, cuando se es algo, no es preciso disfrazarse de nada.
Darío Vidal
22/08/2009
Me congratulo –cómo no-- de la novedosa operación, y de que a las ocho intervenciones precedentes añada ésta la complejidad, casi circense, de reimplantar la lengua y la laringe además de la reconstrucción de la mandíbula inferior. Me alegro y deseo con todo fervor el venturoso remate que proclaman antes del plazo mínimo razonable para aventurar si el trabajo puede o no ser coronado por el éxito.Pero la ilusión comprensible, el afán de triunfo y la impaciencia se han impuesto, en mi opinión, a la cordura.
Las gentes dedicadas a un oficio con pasión no suelen prestar demasiada atención a la difusión de sus hallazgos e invenciones. Se cuenta de científicos, artistas y escritores como Balzac, que incluso se olvidaban de comer. Sin embargo el silencio, la discreción y el sigilo han estado ausentes de este proyecto, y, lo que es más grave, la identidad del donante y el receptor que hasta el momento eran datos secretos, protegidos y sagrados han sido revelados. No sé si este hecho marcará el punto de inflexión entre la época presidida por el compromiso deontológico del silencio y otra inspirada por el barullo mercantil de la publicidad y la propaganda.
Por lo pronto, el vocero más activo del evento ha sido el jefe del equipo Pedro Cavadas, que si bien es el responsable de la coordinación del trabajo y el director de orquesta de los 30 especialistas que intervinieron decisivamente en la operación --a quienes no citó--, permitió las filtraciones en un ejercicio cuestionable de inmodestia. Esa primacía del espectáculo y el “show” frente a la labor callada de los científicos, puede arruinar la discreta política de transplantes, como advertía el propio doctor Cavadas en la conferencia de prensa en que culpó a los presentes de lo que sabían, en lugar de haber reprendido a sus ayudante y a si mismo por haber revelado lo que aquellos no debieron saber nunca. Si los allegados cobran por largar, la próxima parcela que van a explotar los programas de corazón –jamás denominados con tanta propiedad-- serán los espacios de trasplantes, con el condimento de la lástima y mucha sangre.
Asi es que el dortor Cavadas inauguró la nueva etapa con rostro incipiente de Bin Laden y gesto de Ortega Lara, embutido en una exótica marinera con cuello y pechera bordadas que evocaba al “Nabuco” verdiano.
Mi querido don Pedro no ha aprendido que, cuando se es algo, no es preciso disfrazarse de nada.
Darío Vidal
22/08/2009
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