lunes, 24 de agosto de 2009

"Nabuco" en "La Fe"


Será porque se trata de la cara, pero el trasplante de rostro del Hospital de la Fe de Valencia ha superado todos los límites de la publicidad y la imprudencia informativa. No se si también de la otra. Ha sido como una incontenible “mascletá” quirurgica multidisciplinar.
Me congratulo –cómo no-- de la novedosa operación, y de que a las ocho intervenciones precedentes añada ésta la complejidad, casi circense, de reimplantar la lengua y la laringe además de la reconstrucción de la mandíbula inferior. Me alegro y deseo con todo fervor el venturoso remate que proclaman antes del plazo mínimo razonable para aventurar si el trabajo puede o no ser coronado por el éxito.Pero la ilusión comprensible, el afán de triunfo y la impaciencia se han impuesto, en mi opinión, a la cordura.
Las gentes dedicadas a un oficio con pasión no suelen prestar demasiada atención a la difusión de sus hallazgos e invenciones. Se cuenta de científicos, artistas y escritores como Balzac, que incluso se olvidaban de comer. Sin embargo el silencio, la discreción y el sigilo han estado ausentes de este proyecto, y, lo que es más grave, la identidad del donante y el receptor que hasta el momento eran datos secretos, protegidos y sagrados han sido revelados. No sé si este hecho marcará el punto de inflexión entre la época presidida por el compromiso deontológico del silencio y otra inspirada por el barullo mercantil de la publicidad y la propaganda.
Por lo pronto, el vocero más activo del evento ha sido el jefe del equipo Pedro Cavadas, que si bien es el responsable de la coordinación del trabajo y el director de orquesta de los 30 especialistas que intervinieron decisivamente en la operación --a quienes no citó--, permitió las filtraciones en un ejercicio cuestionable de inmodestia. Esa primacía del espectáculo y el “show” frente a la labor callada de los científicos, puede arruinar la discreta política de transplantes, como advertía el propio doctor Cavadas en la conferencia de prensa en que culpó a los presentes de lo que sabían, en lugar de haber reprendido a sus ayudante y a si mismo por haber revelado lo que aquellos no debieron saber nunca. Si los allegados cobran por largar, la próxima parcela que van a explotar los programas de corazón –jamás denominados con tanta propiedad-- serán los espacios de trasplantes, con el condimento de la lástima y mucha sangre.
Asi es que el dortor Cavadas inauguró la nueva etapa con rostro incipiente de Bin Laden y gesto de Ortega Lara, embutido en una exótica marinera con cuello y pechera bordadas que evocaba al “Nabuco” verdiano.
Mi querido don Pedro no ha aprendido que, cuando se es algo, no es preciso disfrazarse de nada.

Darío Vidal
22/08/2009

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