viernes, 12 de marzo de 2010

Piratas filántropos



Acabamos de vivir la liberación de Alicia Gámez, la cooperante que fue raptada en Malí con sus compañeros Albert Vilalta y Roque Pascual por los piratas --los piratas del mar de arena--, cuando se dirigían en un todo terreno de la ONG “Barcelona Acció Solidària” a ayudar a unos semejantes a los que querían socorrer. No niego que en las pesquerías del Índico pueda haber motivos para defender los caladeros de una explotación en ocasiones abusiva e injusta. Pero el rapto de cooperantes que se exponen por los desfavorecidos, me parece de una vileza odiosa y despreciable. Una felonía en el estricto sentido de deslealtad y de traición, de la que se jacta una pandilla de asesinos tan prestigiosa como “Al Qaeda del Magreb Islámico”.

Y mientras para unos ha costado dos millones de dólares poner en la calle a la secuestrada catalana, la vicepresidenta Fernandez de la Vega ha asegurado, en nombre del Gobierno de la Nación, que España no ha pagado ni un euro por esa acción generosa.

Andaban un dia las cuadrillas de “Al Qaeda” sin rumbo por el arenal, persiguiendo víboras y lagartos al azar, cuando descubrieron a los cooperantes y decidieron que era mas divertido jugar con ellos que con las alimañas. Pero aburridos de la nueva actividad, devolvieron a Alicia a los tres meses y pico. Y cuando esten cansados de Alberto y Roque los mandarán de vuelta a sus casas. Eso es todo.

Una versión idílica de 101 días robados a la vida, de 101 días de paréntesis, de 101 días irrecuperables, de 101 días de zozobra y angustia, que nadie les pagará a Alicia, Roque y Albert, por mucho que se haya pagado por ellos.

Lo único que creemos del Gobierno es que conviene ser prudentes, que hay que estar callados y sin hacer ruido para que los paranóicos que van hasta el culo de droga llevando como báculo un “kalashnikov” y como viático un cinturon con dos cananas terciadas llenas de proyectiles del 9 largo escondiendo un saquito de amuletos de protección y maleficio, no vean algún signo de mal augurio que trunque la vida de los detenidos.

Hasta ahí creemos. Y creemos también que si la ONU y las agencias internacionales no garantizan la circulación impune de los benefactores, los cooperantes harán muy bien no poniéndose en peligro, no gastando lo que guardamos en la hucha para todos y no distrayendo a los diplomáticos que, como ven, tienen aquí muy poca fantasía.

Lo más grave de los tontos es que creen que los tontos son los demás. Y la gente del común suele tener los ojos más abiertos de lo que ellos creen. Aunque no se los parezca.

Darío Vidal
12/03/2010

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