jueves, 6 de mayo de 2010

Como el Parto de los Montes


Esto ha sido como el parto de los montes. Parecía que la situación insostenible de nuestra Economía --mitigada fingiendo un repunte--, nos abocara, quieras que no, a un acuerdo para concertar esfuerzos. Pero la agitación de la Naturaleza, el gemir de los árboles y el bramar de las montañas, no han dado a luz sino a un ratoncillo desconcertado y medroso. A un “pulpero” como dirían en nuestra América hermana.

Parecía que, a buen entendedor, Zapatero y Rajoy iban a aunar sus esfuerzos para escarmentar en cabeza griega y aprovecharían su reunión en la Moncloa para acometer iniciativas acaso impopulares pero menos duras de las que pueden esperarnos en el futuro si no lo hacen. No han tenido la lucidez de los atlánticos lusitanos, cuyos responsables han cerrado filas ante el problema que se les venía encima y han respondido como mediterráneos atenienses --individualistas, insolidarios, desunidos e imprevisores-- aún a riesgo de condenar el futuro de la Hélade, como en siglos pasados.

Es preciso que Zeus se enamore nuevamente de Europa y que ésta se le entregue con el alma, y no como una ramera, por la paga. Pues los vínculos venales son menos sólidos y estrechos que los venéreos. Pero también es cierto que una relación estable debe fundarse en un principio de igualdad para escoger libremente, sin que la lacería y estrecheces de la amante la conviertan en una mantenida.

El presidente Rodríguez Zapatero se ha dignado citar al opositor Rajoy por primera vez en año y medio. No diré que el segundo esté libre de culpa, pero solo puede invitar el que manda y no es bueno ese divorcio. Y además es suicida. Apenas representaron ambos dirigentes un atisbo de consenso en lo referente a la fusión de las cajas de ahorros –que no es “el problema”-- y a pactar la reforma de la legislación. Pero el encuentro de más de dos horas no ha pasado por lo visto de la referencia fotográfica. El jefe de la oposición estaba dispuesto –sin demasiada fe-- a estudiar posibles soluciones, pero el del Gobierno siguió aferrado a su diagnóstico y su terco pronóstico, como cuando no quería reconocer la crisis y lo hizo luego para decir que lo peor había pasado.

Pero los más de cuatro millones de parados entienden con dificultad que estemos remontando la situación. Sería el momento de poner las cartas –o las cuentas-- boca arriba y explicar a los ciudadanos los esfuerzos que hemos de consensuar unos y otros para no tener que hacer los sacrificios de Grecia y arremangarse para ir rescatando náufragos. En un chiste aparecido hace unos días se veía a un grupo de sindicalistas comentando entre si: “¡Verás que huelga organizaremos si gobierna Rajoy!”


Darío Vidal
06/05/2010

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