jueves, 5 de agosto de 2010

Diecisiete naciones y media


Aunque digan que eso es politizar las cosas –o despolitizarlas--, habrá que hacerlo. No podemos sustentar la ficción ni un día más. Tendremos que abrir los ojos y mirar de frente, dando de lado el miedo. Porque el punto a que nos estan llevando las taifas nacionales es a la desintegración y a la nada. ¡Y claro que hay que politizarlo! Esto es política. ¿Qué sino?

Quisimos huir de la uniformidad impuesta por la dictadura y sentir el viento de la libertad, recuperando una España parecida a la abortada por el Decreto de Nueva Planta. Quisimos acercar al pueblo la gobernación del país en el instante antes de que Felipe V fuese ungido rey de las Españas, frente a una España unitaria, militarista y asfixiante.

Pero los autonomistas que sentamos plaza de rojos y antiespañoles con un lirio en la mano, creíamos que el sistema de las autonomías era un medio para alcanzar la equidad, el equilibio y un gobierno justo ejercido desde todos los estamentos del país, para que la sangre lo vivificase sin temor a la gangrena. Pero los autonomistas “profesionales” habían hecho otra lectura y se proponían la autonomía no como un medio sino como un fin en sí mismo. De modo que alternando el ruego, la presión, la sumisión, la exigencia o el chantaje, lograban lo que no soñaron los virreyes. Y no deseaban tampoco restaurar la vieja España.

Mas las vacas flacas se han llegado, con las ubres fláccidas, a pacer miseria con mugidos lúgubres, y alguien tiene que hacer el papel de tonto en aquel viejo “enxiemplo” del Paño Maravelloso que contaba don Juan Manuel para decir que el manto de brocado y armiño que decían que vestía al rey no era nada, ni se veía atisbo de gala alguna, porque Su Majestad se paseaba “in púribus” y tan mondo como su madre lo parió.

Aunque los intereses, el medro y la malicia, auxiliados por la mera cobardía, se hacían lenguas del atuendo del soberano. Hasta que el más simple del lugar, el más ignaro, el de menos luces y que menos tenía que perder, gritó que el rey iba desnudo y no llevaba más ornato que su propia piel. Y alguien habrá de gritarlo aquí.

Alguien habrá de decir que el mundo esta en crisis y que esta parcela se halla al borde del colapso. Somos 8000 municipios que se administraban, mal que bien, con 50 diputaciones. Se han sumado 17 autonomías con sus gobiernos, asesores, funcionarios, parlamentos y consejos comarcales, las moncomunidades, las delegaciones y las “embajadas” en el exterior. La deuda en el sector público como el privado es abismal, Hacienda ha dejado de ingresar en el primer trimestre 30 mil millones y el paro aumenta sin control hasta el 20%. Hay que soltar lastre, ya.


Darío Vidal
05/07/2010

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