miércoles, 3 de noviembre de 2010

Telefonía autista





Acaba de llamarme una voz desconocida para venderme las virtudes de no sé qué nuevo servicio telefónico, como les sucede a ustedes varias veces a la semana. Y ese hecho nimio me ha sumido en la confusión. Si respondo, será la última vez que me comunique con un ser vivo. Y tanto si digo que “sí” como si “no”, una avalancha de voces grabadas con muy diversos acentos comenzará a lacerarme los oidos.

Y ese asalto agresivo, que interrumpe, que incomoda, que distrae y que vulnera, convierte en un mudo al cliente que pretende contestar. Más con ser este un comportamiento descortés, zafio e irritante, contrario no solo a las buenas maneras sino también a las normas acuñadas por los departamentos comerciales de Relaciones Públicas, no es lo peor. Lo peor es cuando el usuario nacesita ayuda de la Compañía y nadie responde. “Para averías, marque el 005; para contabilidad, marque el 025; para...”

Cuando parece asomar un salvavidas, tampoco se encuentra vida inteligente: “Ha llamado usted al 070, Reclamaciones. Espere un momento por favor. El Servicio Multiservicio de Atencion Digital, le ofrece una tarifa especial para llamadas efectuadas los lunes, miercoles y viernes, de trece horas a trece y trenta y dos... en atención a usted.” --dice una voz impersonal y carente de empatía, mientras una musiquita ratonera e impertinente ameniza la ya amena alocución.

“¿Es que nadie entiende que necesito tal dato con urgencia? ¿Es que no hay alguien capaz de comprender que estoy, está, estamos angustiados y nos estan exasperando?” No, nadie: tampoco los expertos psicólogos de la empresa, sutiles, estudiados y preparados, entienden que alguien esté al borde del infarto. Ni por supuesto los avisados y dinámicos “public-relations” –¡que triste la cortesía convertida en un oficio!-- que sonríen a tanto el minuto.

No me oyen, no le oyen, no nos escuchan. El destierro de la Persona nos está colmando de desamparo y silencios (“Para hablar con Secretaría pulse dos”, “Ha escogido gasolina sin plomo”, “¡Su tabaco! ¡Gracias!”) Alguien ha intuído que no hay que dejar hablar. Hasta las ruedas de prensa –esos encuentros que se inventaron para comunicarse-- son unidireccionales y mudas. Los lacayos de los políticos --que se dirigen a los votantes como los altavoces de la gasolinera a los cientes--, advierten de que en la Conferencia no se admitirán preguntas, y los periodistas se peguntan qué coño hacen allí. “¡Pues retratarte con el jefe, gilipollas!”

"¿Telefónica? ¿Qué Telefónica?" "¡Que me digan donde vive ese fulano, que voy a buscarlo!"




Darío Vidal
03/11/2010





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