viernes, 5 de noviembre de 2010

El ocio de los pícaros


Que el primer apellido de cada cristiano sea el paterno o el materno no es de izquierdas ni de derechas; ni de machistas ni de feministas, sino una opción consagrada por la costumbre en unos u otros lugares. Pero no cabe duda de que la ocurrencia de elegir aleatoriamente uno u otro apellido según el día y el humor, es un proyecto de cretinos.

Es una ocurrencia para que los concurrentes no se ocupen del partido –que es de lo que se trata-- sino que se distraigan con la calva del árbitro. Pero en este caso, cuando esta aceptado que cada pareja adopte para sus hijos el apellido que prefieran, es además una idiotez reiterarlo, y lo que es mas grave, un indicio claro de que ZP se ha quedado sin recursos y tiene que recurrir ya a cartuchos quemados.

Y sobre todo, es un despropósito y un caos que no exista ningún criterio, como sucede en un personaje tan gaseoso, evanescente y adjetivo como el presidente Zapatero. Porque es que las parejas pueden hacer ya lo que prefieran. Aunque esto no va a ser un Regristro Civil sino un cachondeo y una guasa. Algun día contarán las ocurrencias de estos ociosos, y obligarán a ampliar el estupidario del “Guinnes”.

Esto es la locura, el desmadre y el acabose. Y sí alguien dice que ésta caprichosa iniciativa tiene pies y cabeza, que me lo demuestre. Ahí se trata de tirar pelotas fuera para que lo pisotones del pasaje no le permitan percibir que el bote de salvamento está haciendo agua. Don Manuel Machado --el otro, el Machado del que no se sabe--, contaba en sus Memorias que, a un día de terminar el curso en la Facultad de Derecho de Sevilla, uno de los docentes, un catedrático extremadamente bondadoso, muy pío y bastante sordo, reparó en que había tres alumnos sin evaluar. Pero la única esperanza que albergaban aquellos tunos juerguistas, residía en que el amable maestro no constatase la enciclopédica profundidad de su ignoranciza. Así es que cuando llamó al primero, alguien gritó: “¡Señor profesor: la Santa Unción!” “¿Que dicen?” “Que algún cristiano ha entrado en agonía...”-- obsarvó dramáticamente otro. Pero como el pobre anciano no entendía, alguien grito dramáticamente:” “¡Que están llevándole el Viático!” Y acompañó sus palabras arrodillandose devotamente con toda la clase.

Cuando los malandrines entendieron que había pasado el peligro, se fueron levantando con gesto compungido. “Ea –dijo el maestro-- que Dios le depare un buen tránsito. Nuestro Señor no ha debido querer que se examinen ustedes. Loado sea, y hasta el curso que viene”.

Pues en eso están estos pícaros: en distraer, pasar el tiempo y que lleguen las elecciondes.


Darío Vidal
05/11/2010




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