sábado, 8 de enero de 2011

Nada nuevo bajo el sol



Debo a la diligencia de un querido amigo mío, la noticia de que los “Calderons” de La Fresneda tienen una expresión idéntica en Algeciras y por igual motivo. De modo que, como no quiero que nos acusen a los fresnedanos, a La Fresneda, a Belén Beltrán y a mi de apropiación indebida ni de plagio como si fuéramos escritores sin imaginación o políticos venales, debo renunciar a la patente de exclusividad sobre la ocurrencia de arrastrar calderos, cacerolas y sartenes por las calles de la ciudad con el propósito de desperezar a unos Magos gandules, perezosos, distraídos o ignorantes para recordarles que todos los niños tienen derecho, por igual, a despertar la mañana del 6 de enero con la cosecha de la generosidad real sobre los zapatos lustrados de los domingos, que por cierto ya no existen porque se ha perdido el hábito de “mudarse” los días de fiesta, y además en estos predios se ha pasado de las humildes alpargatas menesterosas a las zapatillas adidas sin apenas darnos cuenta. Solo que aquel calzado de trapo era expresion de necesidad y éste de caucho pregona la opulencia más ostentosa, dejando sin uso los zapatos de cuero y piel. Que también son ganas.

Pero para mí que lo de arrastrar las latas es un invento posterior al de golpear los calderos. Reparen sino en que, cuando en 1810 Peter Durand patentó los envases metálicos, comercializados no antes de 1813 por Donkin y Hall para conservar los alimentos de la Armada Británica, llevaban siglos en La Fresneda fabricando “calderons” para mil usos culinarios. “Nihil novum sub sole”.

En lo que coinciden fresnedanos y algecireños es en reconocer que la razón última del alboroto que organizan los pequeños la vispera de Reyes, es el supuesto olvido de los pajes de Oriente, que omitieron un año incluir en su itinerario a unos y otros parroquianos. Aunque el procedimiento de reclamar la atención, no es ya tan novedoso. En algunos lugares, los vecinos que desposaban a una novia de otro pueblo y se consideraban vejados por lo que consideraban una suerte de desdén --casi unos cuernos--, daban una “esquillotada” (de esquillote o esquila) al novio, que no redimía su culpa sino con una merienda y alguna broma de penitencia. Los matrimonios entre viudos estaban penados con una “cencerrada” (de cencerro) y fuera ya del ámbito mas próximo, nos consta la tradición de embromar a los novios de la Norteamérica profunda colgando un rosario de latas de la trasera del automóvil con el rótulo de “Just married”. “Nihil novum sub sole”.

Y por lo que hace a nuestro cuento, muchas veces se han hermanado dos poblaciones con menos motivo.


Darío Vidal
08/01/2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario