domingo, 28 de junio de 2015


DON JOSÉ MARÍA

Nos ha dicho adiós Don José María. Don José María fue reconocido sin reservas, sin rencor, sin oprobio ni servilismo hasta el 27 enero de 2015 en que acabó dejándonos. La única persona a quien se ha dispensado ese trato respetuosamente pero sin sumisión ni rendimiento en el Bajo Aragón: Don José María Pascual Fernández-Layos, alcalde incuestionado de Alcañiz durante más de veinte años, cuando Alcañiz era más que un municipio y alguno sugerimos que crease un consejo de próceres, asesores o seniores –una suerte de Senado-- para el Bajo Aragón, idea que él siempre tan puntilloso, rechazó porque no lo contemplaba la Ley de Régimen Local. Pero no supo defender después la vieja Comarca, cuando José Ángel Biel terminó desmembrándola.
Vivió una época apasionante pero difícil en la que cualquier otro habría salido descabalgado, herido o magullado tras lidiar con el tardo-franquismo, la transición y la consolidación democrática, entre el afán de revanchismo y la nostalgia de la dictadura. Y muchos nos sentimos amigos suyos a pesar de la ideología, ganados por su pulcritud moral, su falta de doblez, la transparencia de su conducta y la rectitud de su economía. José María --Don José María--, pagaba sin menoscabo del erario público sus cuentas, su fútbol, sus pasteles de Casa Alejos entre gol y gol, y las comidas frecuentes de sus amigos. He oido agitar, en campaña electoral, que su actividad costaba a los políticos dinero de su bolsillo. En este caso era un hecho confirmado, porque le gustaba la política mucho más que el futbol, pese a haber sido directivo del Zaragoza.
Como su idea de la política trascendía el localismo le traje y le llevé por las redacciones de Madrid y Barcelona a propósito de las excelencias de Alcañiz, sus riegos, el trasvase y el agua, e hicimos algunos programas de TVE desde los estudios de Miramar de Barcelona cuando el Honorable Pujol quería limpiárnosla. Como tiempo después los hicimos desde los estudios de TVE-Aragón en Ruiseñores sobre nuestro aceite, en un espacio que creo recordar que titulaban “Tertulia con Darío Vidal”. Y peregrinamos por Aragón y el resto de España con Enrique Trullenque cuando inauguraba sus exposiciones con un grupo de amigos, ejerciendo Jose María como alcalde pero pagando el hotel con su peculio.
De su fructífera y desinteresada devoción por Alcañiz, surgió mi amistad con Alfredo Boné Pueyo a quien designé director general en el Gobierno de Aragón y hoy es vicepresidente del PAR y portavoz del Gobierno. Y cuando algo después José María Pascual accedió a la Diputación de Teruel nombró asesor de Cultura a Enrique Trullenque, quien impulsó el Museo de Teruel y lo dió a conocer en España con iniciativas, congresos, certámenes y actividades que favorecieron su despegue mucho antes de que la propia ciudad diese señales de su renacer, aunque la muerte del pintor alacañizano, tan súbita e inesperada en noviembre de 1990, vino a interrumpir cuando no a truncar su trayectoria. Desgraciadamente, el PP de Teruel nunca agradeció a José María Pascual lo que hizo por él en momentos difíciles, y lo apartó mucho antes de que comenzara a sufrir la enfermedad de que ha acabado muriendo. Mas ninguno de los que lo inmolaron valiéndose de su bonhomia y su carencia de cautela y de recelo, han logrado sobrevivirle políticamente.
Desde luego que José María Pascual no era perfecto. Nadie lo es, por muy inclinado que se halle uno a la hagiografía, y yo no soy biógrafo de santos. Pero desafío a que denuncien haberle oido hablar mal de alguien. Fue la expresión de la tolerancia, del compromiso, de la palabra amable y del consenso. Él fue --como lo fue su pueblo-- la sede de la Concordia.
Si algo no supo, es defenderse. No quiso blindarse de las insidias de los otros, ni evitar los ataques a sus amigos porque le parecía poco elegante. “Ser amigo tuyo es mal negocio”, le dije un día. “¿Y que quieres que haga, maño?” Un astuto funcionario acababa de declarar ruinosa mi casa de los Almudines. Y tuve que defenderme yo demostrando que encubría una operación inmobiliaria.
Unos años después, cierto alcalde del PP de infausto recuerdo, incoó un expediante de expropiación forzosa contra una finca de mi propiedad sin autorización de la DGA e hizo construír ilegalmente el grupo escolar Juan Sobrarias. Confundiendo al individuo con el partido, José María reducido ya a militante de base no deseó oponerse. Ha muerto ignorando que sólo por él no me querellé contra el Consistorio. Aún no sé si hice bien.

Darío Vidal

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