Antes,
el informático de cabecera era un amigo que participaba de las
cuitas y ensayaba soluciones. Pero he aquí que los programadores de
todos los sistemas operativos se han contagiado de la fiebre de la
“fashion” y un programa que se precie tiene que cambiar de
métodos o de apariencia cada temporada, como lo hace la ropa de
primavera y de otoño.
Por
supuesto que hay que innovar cuando es preciso. Claro que sí. Pero
se me antoja un dispendio estéril esforzarse en confundir al
personal adulto o infantil, como sucedió en su día con la teoría
de conjuntos de Cantor, Russell y Zermelo, o con el nominalismo
enredador de la gramatica estructuralista de Ferdinand Saussure, con
sus “significados” y sus “significantes”
penetrados de pringosa mermelada filosófica, cuando a los
tiernos aprendices les venía justo para discernir entre sujeto,
verbo y predicado. La gente intenta deslumbrar cuando no tiene qué
decir, pero el afán de notoriedad nos impele a reinventar el mundo
cada generación.
Estoy
muy enfadado con el ordenador y no me esfuerzo en disimularlo. Y
también con Jacobo al que parece que no pago. Pero es que el
“software” es como ese colaborador inútil que en vez de
resolver problemas los crea. Pero que va “entrepiés” como
los gatos en el mondongo. Pues así como antes era un eficaz
colaborador que no se hacía notar, ahora interrumpe y distrae la
atención
dispensando advertencias, formulando preguntas o dando órdenes. (“Se
ha detectado un error...” ¿Quién lo ha detectado? “Se”.
¿Y qué tengo que hacer ahora? “Pulse Alt Gr/Ctrl/&io
ImpPl... y sino, Reinicie”)
Dios
santo, menos mal que los aviadores no reciben esas instrucciones,
porque se registrarían por lo menos dos accidentes cada vuelo. Y lo
más sor-prendente es comparar las cautelas con que afronta cada
decisión informática voluntaria (“¿Confirme que quiere
hacer tal o cual cosa? Si lo hace, puede borrar estos archivos. Si
acepta, pulse Enter...”)
frente al descuido con que permite generar una catástrofe como
borrar un archivo, cambiar su ubicación, mezclarlo con otro texto, o
que lo escrito varíe alternativamente de tipo de letra, con solo que
el leve puño de la camisa roce una tecla.
Si
un becario actuase así, sería automáticamente despedido. (“¡No
pre-gunte; resuelva!”, le habría gritado el jefe al comienzo
de la mañana) Yo tenía un empleado que iba de un sitio al otro
“azacanado”, sin hacer nada. Es lo que yo llamo “la
aturdida actividad de los incompetentes”.
No te compliques la vida, querido Darío. Instala un sistema operativo libre (Ubuntu, por ejemplo, o Xubuntu si tu ordenador ya tiene algunos años) y se te acabarán los problemas. Es pura magia. De golpè te sentirás como liberado y al cabo del tiempo te preguntarás cómo pudiste sufrir tanto sin necesidad alguna. Te lo dice un amigo.
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