jueves, 22 de enero de 2009

LA BURLA DE LAS PALABRAS

Hubo un día en que las palabras tuvieron sentido y significaron lo que pretendían; luego el sentido de muchas se corrompió porque la gente iletrada las utilizaba con otro sentido. Así es por ejemplo cómo una voz determinada ha pasado a significar otra cosa o incluso la contraria, con el tiempo. Ahora el significado de las palabras se deteriora no por el uso inapropiado y el desaliño de los iletrados, sino por la utilización dolosa, mendaz y bastarda que de ellas hacen políticos y personas del mayor rango y credibilidad, con objeto de confundir.

Ayer mismo, después de un bochornoso escándalo en ciertos comicios del Real Madrid, en que varios desconocidos emitieron sus votos a título de compromisarios, su presidente Ramón Calderón se negó a reconocer ninguna responsabilidad y después de cesar a sus dos hombres más fieles –lo cual es todo un indicio-- justificó que no abandonaba su cargo porque sólo dimitían los cobardes o quienes tenían algo que ocultar.

Apenas han pasado veinticuatro horas y las ondas nos traen la noticia de que Ramón Calderón ha dimitido. Y cabe interrogarse por las causas de ese súbito cambio de actitud, y preguntarle a él si en tan pocas horas ha mudado su bravura en cobardía o ha descubierto que tenía mucho que ocultar. Que puede que sí, porque su elección desencadenó una enconada polémica parecida a la que provocó George Busch jr., al que Dios conserve en su bodega sin permitir que salga por los siglos de los siglos.

Otros momentos de encono ha motivado entre los socios el sonriente, ojizarco y angélico ex-presidente del Real Madrid, pero hay cosas que la gente perdona raramente a las personas en que se mira. Y una de ellas es la mentira. Porque ademas la mentira, que es el primer fruto de la cobardía que repudia el señor Calderón, arrastra una cohorte de otras mentiras, embustes y falsedades que hacen difícil desbrozar la verdad y aboca a la deslealtad y la vileza. Cuando el mentiroso no se deja coger por el cojo, termina trastabillando antes o después hasta dar con sus huesos en el suelo, así es que, para este viaje, habría sido más noble, digno y elegante, irse sin vender a los que hasta ahora le habían servido con lealtad secundando sus órdenes. Tal vez ahora, sin una cosa ni otra, descubrirá que no hay empeño que justifique haber traicionado a los amigos y a los fieles.

Lo malo es que esos ejemplos calan en la gente.


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