jueves, 12 de febrero de 2009

EL DINERO DE LOS BANCOS

Resulta dramático el espectáculo de un indeciso que nunca ha tomado contacto con la realidad, haciendo ver que adopta decisiones ante un auditorio más curtido que él, más avezado y más audaz. Como dirían los arrendatarios de lenguaje neopaleológico, es patético.

Repasando las imágenes de los banqueros repantigados y tranquilos en los asientos y Zapatero sentado inseguro en el borde de la silla como un chico en un examen, no es preciso oír las razones chulescas y provocadoras de Botín para conocer dónde está quién y percibir el papel desairado y torpe del ingenuo cervatillo que, no solo no aprende con el tiempo, sino que se ha expuesto con inconsciente imprudencia al previsible amurco de un resabiado jefe de manada.

Ni un amago implicación con la sociedad, ni un atisbo de empatía con los que producen el dinero que ellos atesoran, ni una brizna de piedad con quienes tanto les daban a ganar --”los bancos no son oenegés”--, ni una sombra de esperanza. Habrá que engendrar un modelo de industria que no precise a la banca aunque desde nuestra perspectiva parezca hoy tan utópico como hace poco una sociedad sin petróleo.

Lo que nos hace falta es imaginación, fantasía, iniciativa y audacia, que es como las empresas crean riqueza poniendo de manifiesto la actitud negativa y parasitaria de la banca. Y no estoy haciendo una apología de la imprudencia financiera sino una apelación a la creatividad reflexiva. Los banqueros deberían poner a concurso del desarrollo del país no el dinero sino su inteligencia, en vez de dormitar en la rutina y moverse sólo al husmo del beneficio gratuito, con espíritu mezquino de logreros chupatintas. Se de una empresa española que ha puesto en producción un componente de alta tecnología que en solo unos meses había logrado imponerse de media Europa. Los clientes respondían, los pedidos aumentaban, el mercado se ensanchaba, y en el primer año había facturado cerca de cuarenta millones de euros. Hace solo unos días el banco les ha cerrado la línea de crédito. Y esta semana ha presentado la suspensión de pagos. Nadie lo cree. Pero ZP en su disparatado optimismo solipsista diría, si lo supiese, que es un bulo urdido por el antipatriotismo de los tibios.

El Príncipe Felipe decía en Gerona, mientras esto sucedía, que debíamos preservar las familias y las “pymes” para estar en condiciones de emerger al llegar la pleamar, y el ministro Sebastián culpaba a los banqueros de la crisis inicialmente inventada, como Obama ayer. Y Zapatero, que lo había insinuado días atrás envalentonado por la firmeza del presidente de los Estados Unidos, se hallaba genuflexo en vista de que Wall Street ha castigado estos argumentos con una bajada general de la Bolsa de NY, preguntándose qué hacer con creciente desconcierto, porque un tiempo quiso ser Felipe y ahora preferiría encarnarse en Obama. Pero ya ha visto que, con estos juncos, hoy por hoy mandan los del dinero. Tal vez convendría facultar al Banco de España para que conceda créditos en lugar de subvencionar a los que se ríen del presidente y de nosotros, no haciéndolo, como Botín.

Carlos Herrera cuenta que un día se preguntaba Manuel Alcántara qué clase de concepto debe tener Dios de los ricos para que les confíe a ellos el dinero. Una turbadora pregunta paralizante.

Darío Vidal


www.dariovidal.com

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