domingo, 15 de febrero de 2009

LA MONTERÍA DE GARZÓN

Hace unos años escribí varios artículos fervorosos en mi columna de “ABC” sobre Baltasar Garzón y tardé mucho a cuestionar mi juicio. Achacaba la supuesta endeblez de muchas de sus instrucciones a la malquerencia de los imputados, a la envidia de los colegas y al sesgado juicio de los partidos políticos. Ser el paladín de la lucha contra ETA, estar en primera línea contra la lacra de la corrupción e implicarse con tanto ahínco en la batalla contra el narcotráfico, eran demasiadas cuerdas para un violín. El juez Garzón constituía un hermoso ejemplo de heroísmo cívico, de intrepidez gratuita y de generosa abnegación asumida desde la soledad. Y lo defendí muchas veces de los más avisados que yo, cuando expresaban su creciente decepción.

Mis primeras vacilaciones surgieron cuando aceptó ensuciarse las manos en política a cambio de un cargo que Felipe González no le otorgó, y sobre todo a raíz de su reacción resentida. Desde entonces fue creciendo mi desconfianza, y hubiese preferido un accidente de los que tanto temíamos y de los que yo le alertaba, en vez de asistir a su descrédito y nuestro desencanto. Aunque tal vez él no esté de acuerdo

Es muy difícil a estas alturas admirar a alguien y aceptarlo como modelo. Ese sentimiento quedó varado en la adolescencia. Pero toda la España de bien, eso es todo el mundo, quería creer en un hombre que encarnase la Justicia sin temer a los partidos ni arredrarse ante el dinero o el poder. Una ingenua aspiración juvenil, un sueño idealista que se aviene mal con el comercio terrenal y el fango de la política.

El caso es que aquel magistrado al que admirábamos se ha dedicado a procesar ciudadanos –y desprocesarlos-- al compás de sus corazonadas y su capricho, utilizando la Ley muchas veces como arma intimidatoria, arbitrara e impredecible. “La loi ce't moi”. Y, al compás de sus súbitos vaivenes, la gente ha llegado a la conclusión de que no es un servidor de los ciudadanos sino un manipulador de sus conductas, y lo que le importa es ser noticia siempre, erigiéndose en protagonista del bautizo, la boda o el entierro, porque está aquejado de lo que los psicólogos denominan “furor de candilejas”. En eso ha quedado su ajado crédito, arrollado por sus propias ocurrencias bautizadas en los periódicos y en la calle como “garzonadas”.

Estos días, mientras asistíamos a una pesquisa suya absolutamente necesaria sobre tejemanejes pecuniarios de miembros del Partido Popular de Valencia y Madrid, se ha deslizado desde lo particular a lo universal acusando veladamente al partido del presunto delito de los afiliados, decantando así la balanza a favor de la formación política rival en plena campaña electoral.

Mal está a mi juicio que un juez, sobre todo si es magistrado de la Audiencia Nacional, esté afiliado a un partido, pero es intolerable que además alardee de ello, aunque nunca se hubiese presentado en las listas de Felipe González, y se mofe de la equidad y la independencia que deberían inspirar el ejercicio de esa profesión, como ha hecho el juez Garzón con el ministro Bermejo y un jefe de la policía judicial en la montería de Navaltorno.

Con los retorcidos artificios jurídicos que condenan a la indefensión al partido de los imputados, el juez estrella puede incurrir en responsabilidades tan graves como las de los procesados.


www.dariovidal.com

2 comentarios:

  1. Procesar y "desprocesar"... yo que sufrí a Luis Pascual Estevill y Juan Piqué Vidal, como mis abogados... y a jueces corruptos... no soy tan condescendiente en mis comentarios...

    BERMEJO DIMITE O LE DIMITEN.

    Rafael del Barco Carreras

    ¿Y su compi-colegui el Juez Garzón?... con un "ataque de ansiedad"... ¿ya paga?. Recuerdo a mis amigos de La Modelo, se habrán reído con lo de la ansiedad... ellos siempre atribuían ese tipo de "enfermedades" a como mínimo un coctel de ansiolíticos o antidepresivos, "drogas legales"... auto recetadas...!mal pensados!, el ladrón siempre cree que todos son de su condición...

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  2. II. LAS MONTERÍAS DE GARZÓN
    O LOS PISOS A PRECIOS ESPECIALES.

    Rafael del Barco Carreras

    Si en Madrid es “normal” que inviten a “políticos y jueces” a cacerías de un millón de pesetas la “entrada”, en Barcelona también lo son los pisos a precio “especial” para jueces. O eso me contestó un abogado que se sintió ofendido por mi insistente denuncia del piso que Juan Piqué Vidal “alquiló” al juez Ezequiel Miranda de Dios el año en que decretó mi prisión por el caso Consorcio de la Zona Franca, y del que se libró su “socio-cliente” Javier de la Rosa. ¡Y qué casualidad que el caso cayera en el juzgado de un juez recién inquilino! Y Piqué Vidal no era entonces, 1980, un rico propietario que alquilara pisos, oficialmente un penalista, profesor adjunto en la Universidad. Presumo que el piso fuera de los primeros en su también carrera “empresarial”. ¡Qué cosa!, se hizo rico “regalando”. Años después apareció otro piso a otro juez, vecino de Don Ezequiel, Don Fernando Pérez Maíquez, y ¡más casualidad! preside la Sala que en 1997 prescribe en sospecho acto jurídico los delitos de Antonio de la Rosa Vázquez, padre de Javier. El caso merecía un piso y ¡mucho más!, habían desaparecido 10.000 millones de pesetas de los años 1974-79 de los que solo se denunciarían 1.200, y ni esos se investigarían.
    “La Caixa lo hace habitualmente” me insistía el abogado, “peor me lo pones, también la Caixa estaba metida según documentación del propio Consorcio, y yo pedí que se investigara, con por lo menos 600 millones de pago en negro por la concesión de un crédito de 5.000 millones…”.
    El piso en 2005 se escritura por solo 40 millones de pesetas, ¡170 metros cuadrados en el más selecto Ensanche barcelonés!, y la portera informa que se vende por 130.000.000. Lo denuncio, y no admitida. Debía querellarme con abogado y procurador. Gastar dinero cuando el hecho constituye un flagrante delito investigable de oficio, pues, o se camuflaban los bienes de Piqué Vidal a punto de ser juzgado por extorsionador con el juez Pascual Estevill, o se trataba de un “regalo”, con alguna previsible irregularidad fiscal, pues si las continuas invitaciones a cacerías, cruceros, hoteles y restaurantes no cotizan a Hacienda, si las ventas a precios especiales. Insisto en el tema porque el 2005 no ha prescrito.
    Ver las detalladas denuncias NO ADMITIDAS Y MENOS INVESTIGADAS en www.lagrancorrupcion.com, índice HOME, LIBRO, BARCELONA, 30 AÑOS DE CORRUPCION, 4ª PARTE, cap. 20, pag. 299 y sig.

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