No voy a presentarme a ninguna elección, a ninguna: ni a la de la presidencia de la comunidad de vecinos, y por lo tanto no tengo ninguna necesidad de congraciarme con nadie. Pero debo romper una lanza por los funcionarios inteligentes, eficaces, laboriosos y honestos, que los hay. No me pregunten por qué, pues no gozan de ningún estímulo ni de aliento alguno. Pero existen, aunque no pueda entenderlo. Tal vez obedecen a la llamada de esa abstracción llamada vocación, pero los hay. Se trata de gente idealista que cree en su cometido, tan modesta que no reclama ningún reconocimiento por su abnegación silenciosa, y tan envidiable que se siente cómodo en su alma sabiendo que hoy ha rescatado a un opositor desorientado, a un pequeño empresario que iba a quedarse sin subvención o a un jubilado perdido en su ventanilla. Esos empleados de la cosa pública se exceden siempre en celo, en antención, en dedicación y en amabilidad. Y gracias a ellos se mueve la renqueante maquinaria del Estado. He tenido relación con ellos algún tiempo y conozco su calidad, pero por nada del mundo caeré en la ingenuidad de dar su nombre hasta la fecha en que se jubilen, para que no les caiga encima la nube de vagos, negligentes y resentidos que les tratan como “esquiroles” por el hecho de cumplir con su deber. Sí diré que la rueda rodaría más redonda si se fueran a su casa los que entorpecen la labor de todos y cobrasen más los que la facilitan. Pero un ministro que insinuó algo parecido tuvo que hacer frente a una rebelión.
Digo que este sería el momento de apartar a los que no quieren trabajar y “no sirven a nadie” por los que estan dispuestos a trabajar y a ayudar, cada cual en su puesto. Cambiaría hasta la faz de la sociedad. Y de paso, tal vez sabríamos por qué razón –y con qué personal-- se ha triplicado en ocasiones la plantilla de ciertos Ministerios, precisamente cuando se han transferido competencias a las Autonomías y cuantos estan atendiedo esas competencias en cada comunidad. Y sabríamos quienes y cuantos continuan “ejerciendo” dichas funciones en las Diputaciones provinciales, y en los ayuntamientos y en las “descentralizadas” comarcas de la Comarcalización, también con sus consejeros comarcales, sus asesores, sus sueldos y sus presupuestos. Todo muliplicado por diecisiete. ¿No hemos de estar en crisis? Lo inexplicable es que sobrevivamos con ese lastre.
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ResponderEliminarSigamos así, fomentando el tiro al funcionario, mientras los bancos nos machacan con sus comisiones y con su pésimo funcionamiento.
ResponderEliminarTenemos lo que nos merecemos.