Los ingleses, que son muy suyos -y me parece encomiable-, comienzan siempre las discusiones definiendo el sujeto y delimitando sus contornos para no perderse en anfibologías y equívocos. Han aprendido del viejo Aristóteles que “el Ser puede predicarse de muchas maneras”. Y quieren saber a qué acepción se refieren para no perderse en la hojarasca dialéctica. “¡Perdón, perdón, perdón! Antes de que comencemos el debate: ¿qué entiende usted por remuneración justa?” Y si no hay un acuerdo de base, se ahorran la discusión porque no estan dispuestos a perder el tiempo. Es lo contrario de lo que nos sucede a nosotros, tan poco prácticos y tan dados a la logorrea incontinente.
Pues bien, así tendríamos que comenzar para debatir con el vocalista melódico de los años 50 e inspirador de la actual Sociedad General de Autores de España, Eduardo Bautista García alias “Teddy Batista” mohatrero muñidor de comisiones, secundado por el inefable José Ramón Martínez Márquez, alias “Ramoncín”, fugaz “enfant terrible” oficial de los años 70, ácrata, rojísimo, blasfemo, escándalo de ursulinas, millonario a contrapelo y Rey del Pollo Frito, una especie del “Kentuky Fried Chicken” de este trocito del pueblerino corral ibérico, que se ha convertido en “opresor” cuando ha sacado la tripa de hambre. “¡Cosas veredes, Sancho hermano!”
Bien está que los que regalan su ingenio, su saber, su arte, su capacidad de análisis, o su facultad de entretener o divertir a los demás, defiendan sus intereses y garanticen su subsistencia. Es lo que se llama el derecho a la propiedad intelectual de los autores. Pero no sé que estén representados en esa ambigua y totalizadora institución ni investigadores, ni historiadores, ni ensayistas, ni artistas plásticos, ni creadores de programas informáticos. De modo que habría que interrogarse, al modo británico, qué sentido debemos dar al adjetivo General y al sustantivo Autor. Y si general significa aquello que es común y esencial a los individuos a los que adjetiva, o si se trata de una generalidad particular referida únicamente a los que hacen músicas y letras para canciones. ¿Qué generalidad tiene en tal caso la acepción? De mi se decir que he dado muchas conferencias y bastantes charlas, he publicado una decena de libros y sobre todo he escrito miles de artículos y no conozco ni reconozco a la SGAE. Pero ella si a mí, y a usted, y a aquel señor de al lado. Y hace que los españoles paguemos el diez por ciento del valor de las cintas vírgenes, de los CD, de los DVD y ahora de los discos duros de los ordenadores, justificando la “mordida” con el supuesto de que podemos meter en ellos música ilícitamente. Es como si nos condenasen a diez años, con carácter preventivo, por si un día agrediésemos a una mujer.
Pero ahí no acaba todo, porque lleva su rapacidad usuraria, su avaricia y su ruindad, a cobrar las actuaciones de caracter altruista que realizan los artistas sin cobrar en defensa de causas humanitarias, embargando parte de la recaudación en taquilla, o haciendo firmar a los beneficiarios, que posteriormente abonarán la cantidad demandada, antes de “autorizar” la actuación, como si tuviese atribuciones administrativas para autorizar o denegar el permiso para un acto público. ¿Pero en qué país vivimos?
El 15 de marzo del año pasado las asociaciones de afectados de Neurofibromatosis, de Leucodistrofia y de Esclerosis Tuberosa organizaron un concierto benéfico en el Palacio de Vistalegre de Madrid para favorecer la investigación de estas enfermadades raras. Miguel Bosé, Rosa, Pitingo y nueve o diez cantantes más, renunciaron a sus emolumentos. Quien no renunció fue este grupo de presión. El 16 de abril, David Bisbal dió un concierto gratis en Almería para salvar la vida a Juanma, a un niño de cinco con Síndrome de Alexander. Y no sólo apareció la huchita de la mordida aunque el autor no quisiera, sino que uno de sus representantes pidió a los padres una paga y señal días antes, si querían que se celebrase. El escáldalo alcanzó proporciones colosales y ahora quieren lavar su imágen haciendo un donativo por el importe de lo cobrado. Pero eso no es una donación sino una restitución. Si quiere sumarse al acto altruísta, que devuelvan el dinero y que hagan luego un donativo. Qué repugnante miseria.
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