Es cierto que las verdades políticas no poseen la inconmovible certeza de las creencias éticas y de las evidencias metafísicas, dentro de la relativa desmemoria humana. Mas la verdad política es, por definición, pasajera, contingente, aleatoria y cínica. Una verdad “de quita y pon” como el capricho de los hombres. Pero no tanto como para variar de la noche a la mañana según de donde sople el viento. No es lícito ni inteligente dejar sin argumentos a los propios partidarios. Y nada más torpe que mostrar a los militantes las dudas y la desorientación de los que habrían de tener las ideas claras.
Y he aquí la estupefacción del personal en general y el desconcierto entre los afines, cuando, a propósito del Día de Internet, el señor Sebastián ha escrito que debemos seguir en la vanguardia, cuando precisamente él ha arruinado el Plan Prever y ha alumbrado, muerto, el Plan Vive que ha significado el parón de las inversiones fotovoltáicas que impulsó el Plán Birulés y que tanto habían crecido en España durante los últimos años. ¿Vamos o venimos? ¿Queremos ir o preferimos quedarnos? ¿Qué significa ese injustificado triunfalismo y ese afectado entusiasmo, precisamente cuando perdemos posiciones y competitividad?
Habría que preguntarse cómo tiene la desfachatez de ponderar el Plan Avanza con el que nos hemos ido quedando a la cola en tecnologías informáticas e Internet, hasta el punto de que hasta Portugal nos adelanta en “fibra óptica”. Es inentendible esta negación de lo evidente. Me recuerda el chiste aquel del viajante que negaba sin cesar con la cabeza mientras escuchaba a Franco en la Plaza de Oriente, al que se le acerca un agente de la Brigada Social. “¿Puede saberse por que niega a todo con la cabeza?” “Pues porque es mentira la cifra de la pruducción de acero, son falsos los números de la cosecha de trigo, no es verdad que se vea la TV en todos los pueblos porque algunos siguen sin tener electricidad...?” “¡Basta, basta, basta! --interrumpe el policía-- ¿Y se puede saber quién le ha dicho todo eso?” “A mi nadie me dice nada porque me paso la vida viajando por España”. A lo que responde el “social” sin ocultar la ira: “¡Mecagüen la leche, pues viaje usted manos y lea un poco más los periódicos!”
Ahora no hace falta ya ser viajante para descubrir los fraudes.
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