Fíjense en la diferencia. Antes la embriaguez era un accidente; era un estado que no se buscaba pues los chicos pretendían solamente ser más locuaces, más ocurrentes, más elocuentes, mas alegres y hallar graciosa la conversación de los amigos hasta la risa; ahora, por el contrario, beben deprisa y en general sin comunicarse apenas, para alcanzar cuanto antes la embriaguez que es el objetivo. Pero no beben para olvidar, como decían las letras de los tangos antiguos. Dense cuenta: beben para no estar, para no vivir. No lo hacen para infundirse ánimo y vencer la timidez sino para perder la conciencia cuanto antes: para quitarse de en medio. Si se medita en ello, podemos llegar a la conclusión de que aspiran a la muerte, una cobarde muerte a plazos y reversible: ansían llegar al fin de semana para “no-estar”, para “no-ser” y evadirse de la vida: para desaparecer. Lo mejor de estar es no-estar y lo mas apetecible de ser es no-ser. Eso cuando no adoban el trance poniéndose de droga hasta las cachas. Y lo peor del dato que aportó Trinidad Jiménez es que quienes más están bebiendo y mas tabaco queman son las chicas. Así están pertrechándose para la adversidad, la frustración, las contrariedades y la vida. ¿Que nos deparará el futuro? No voy a adentrarme en aleatorios y opinables juicios morales: lo preocupante es el paisaje sociológico y la orfandad antropológica que esa actitud anuncia.
También hemos suspendido, hemos hecho novillos, hemos fundido el dinero del trimestre y nos hemos emborrachado, porque no éramos peores ni mejores que los chicos de ahora. Mas eran sucesos que nos sorprendían por lo “inesperados”, pero éramos alegres, positivos y esperanzados, pese a que tampoco nos aguardase el Paraíso en forma de puesto de trabajo después de la graduación. Nunca sucedió eso mas que a los hijos de los empresarios. Nuestros padres, las adversidades y la sociedad de la época nos educaron en el esfuerzo, sin esperar nada que no consiguiésemos por nosotros mismos. Y a las varones les esperaba además el escollo de “la mili”, que era un verdadero “rito de iniciación” en que todos salían de la misma línea y a nadie apetecía. Pero cada escollo nos daba mas seguridad y mas fortaleza.
La culpa de la endeblez, el aburrimiento y la desgana de nuestros hijos es nuestra. Podemos felicitarnos. Beben para no vivir.
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