viernes, 10 de julio de 2009

INFLACIÓN DE DEMOCRACIA


A mi es que me turba mucho oír hablar de Democracia. Y sobre todo cuando quien habla lo hace con mayúscula, tono enfático, voz grave y limpia prosodia como el presidente Zapatero. No hay ocasión en que no saque a pasear ese substantivo y los adjetivos colaterales a propósito de lo que sea: el horario más democrático, un trabajo democrático, la democracia del gasto, y tantas otras ocurrencias. No hay vez que se invoque ese concepto que no intimide a la parroquia. La pronunciación rotunda, redonda y perfecta, le da a la Democracia una ampulosidad definitiva, monumental y arrolladora. Una monumentalidad inapelable. Cualquiera le dice a quien la nombra así, que es una chorrada que los planes de estudio de las distintas Facultades los elaboren los estudiantes –ignorantes de las materias que deben de cursar-- porque “tienen tanto derecho a ello como sus profesores” tal como se hizo en los años 80.

Nadie se atrevió a manifestar entonces que solicitar a un discente que señalase las materias que debía impartir el docente para capacitarle a ejercer un oficio, es puro dislate. Y así se comenzaron a suplementar los horarios lectivos con asignaturas optativas “a la carta”, hasta conseguir la implosión de las titulaciones, lo que nos llevó a ultrapasar el sistema norteamericano de licenciaturas “democráticas” de geometría variable, y conseguir graduados singulares e irrepetibles porque cada uno había estudiado unas cosas y el repertorio de informaciones que podía manejar no era homologable. Y así se llegó a fabricar profesionales que no servían para nada, aunque no a la burla de terminar la carrera de Leyes por ser el mejor “pivot” del equipo.

Aquí sería conveniente una vez más definir el concepto de Democracia como decíamos el otro dia que hacen los británicos para ponerse a debatir.

De otro modo se puede llegar a proponer en nombre de la Democracia, un esperpento tan monstruoso como la “discriminación positiva” que está patrocinando ahora la Sección Femenina del PSOE con la aquiescencia y el entusiasmo de su jefe, seguramente por desconocimiento --culpable-- de qué es Democracia y que Justicia. Y pasando por alto que la Discriminación supone pasar por encima de la Equidad y la Legalidad. Vean sino que para implantar esa actitud repugnante llamada discriminación, son precisos los signos más y menos, el discriminador y el discriminado, el favorecido y el perjudicado. Para que un Ministerio de Igualdad imponga la discriminación “positiva” no solo hay que huír de la logica sino que profanar la Democracia.

Hitler aplicó la discriminacion positiva a los arios contra los judíos; en Sudáfrica a los blancos frente a los negros, y en China a los “han” frente a los “uigures”, Pero no se ampararon en la Democracia.


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