La muerte de Rayan, el bebé que estaba sobreviviendo a su madre Dalilah, la muchacha marroquí de 19 años fallecida en el “Gregorio Marañón” por un proceso rebelde de Gripe A, ha supuesto un drama para nuestro país y un desgarro para el Hospital madrieño, que quería vengar con su vida el deceso de su madre. Era el primer hijo de un matrimonio apenas fundado, el primer fruto de una familia recien constituída. El niño, alumbrado por cesárea al séptimo mes de gestación cuando su madre estaba a punto de morir, no estaba infectado de N1H1 y se hallaba sano, pero no a salvo de que una enfermera negligente le inyectase en vena el alimento que tenía que haber ingerido a través de la sonda nasogástrica.
No cargaré las tintas ni la conciencia de las sanitarias, que, si son normales, deben estar necesitando un buen psicólogo; ni ponderaré la irresponsabiliad de ciertos adolescentes mal avenidos con las resposabilidades. La enfermera titular por delegar la función mas importante que le habían confiado y la otra por no haber puesto los cinco sentidos al conectar la cánula que no era. Imagino que más de una se pasará las horas llorando por ese bebé exánime y desmadejado como un trapo, por ese frágil hombrecito de juguete que sobrevivió a lo peor y ha ido a morir de una manera estúpida y absurda. Pero además de esos fallos humanos ha debido haber otros para que se haya desencadenado ese cúmulo de desastres que el propio gerente del “Gregorio Marañón” calificó de “error terrorífico”.
¿Qué nivel de cualificación y compromiso tiene el personal de enfermería de nuestros hospitales universitarios, si los de Madrid arrastran tales deficiencias? ¿Qué incentivos de caracter profesional posée? ¿O se mueve por estímulos económicos y atento a las guardias y los días de libranza? ¿Como gestiona la dirección el personal, si incluso en la UCI de Neonatología, ocho de las dieciseis personas del equipo son trabajadores eventuales? Hay que suponer que no estará peor dotada que los restantes servicios. Ni por supuesto mejor.
No se sabe cómo asumirá esta familia musulmana creyente –y por ello “sumisa”-- la prueba que Alá les había dispuesto al trasponer el Yebel Musa cruzando el Estrecho. Primero fué su hija, aún adolescente y embarazada, a quien en tres ocasiones mandaron en urgencias para casa sin detectar la Gripe A de que murió. Unos días después ha sido el bebè, quien estando completamente sano ha querido partir en pos de su mamá. Qué horror. La jóven abuela Aziza Ismaili, quiere llevarse el cuerpecito con su hija para no volver jamás. Ha sido la segunda muerte de Dalilah.
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