viernes, 23 de octubre de 2009

Hablando de piratas


Es difícil asignar un buque de escolta a cada uno de los pesqueros que faenan en el Índico. Pero no se puede dejar al albedrío de los piratas barcos, material y marineros. ¿Quién había de decirnos que en los albores del siglo XXI seríamos acosados por los piratas que dimos por extinguidos en el XVIII? Es algo que debería hacernos meditar. Pero comenzando desde el principio. Para empezar, tendríamos que reconocer desapasionadamete si nuestros barcos trabajan en aguas territoriales de Somalia o si realmente son abordados, hostigados y atacados arbitrariamente. Una cosa es que acabemos con las grandes presas y el cardúmen de sus aguas como hicimos en las nuestras y otra que ataquen a los pescadores en aguas internacionales.

Si damos por sentado que no estamos en el Índico para esquilmar sus recursos, no debe existir ninguna cautela en actuar con autoridad y decisión frente a quienes nos agreden, aunque un Ministerio de Defensa, pacifista, pusilánime, medroso y pacato, pretenda convertir la Armada en otra ONG. Las fuerzas armadas están para defender los intereses de la nación si es preciso por la fuerza, sin complejos ni disfrazar sus acciones. Así apareció en España por vez primera un cuerpo específico, original, audaz y combativo llamado Infantería de la Marina, no solo para el asalto y abordaje sino para proteger a los mercantes. ¿Qué problema hay en que ahora los defiendan?

A mi lo que me repugna es que el Gobierno opte por contratar pandillas de hombres armados, que no son civiles pero tampoco militares, para sustraerse a todo compromiso ético, como han hecho hipocritamente algunos contendientes anglosajones en Iraq y Afganistán, para que le den gusto al dedo por placer y sin control. Lo que me parece una aberración es que se hagan levas de psicópatas para aniquilar a la fuerza enemiga a toda costa, desconociendo la posible inferioridad del rival y sin dejarse conmover por la piedad, la compasión y la lástima, que es lo que nos hace personas y distingue el comportamiento de un Ejercito, de la actitud de una banda de pistoleros yugoslavos como la que asaltó a José Luis Moreno en su casa.

No me contradigo como argüirán los pacifistas de ocasión. La energía, la disciplina y el coraje, no están reñidos con la conmiseración y la piedad ante el enemigo que se nos enfrenta. La diferencia reside en que en las acciones de las cuadrillas que contrataba para sus “mesnadas” medivales Donald Rumsfeld en la guerra no declarada de Oriente, no había nunca detenidos ni heridos. Y cuando necesitaban prisioneros para Abú Ghraib y Guantánamo los tenían que comprar en los pueblos. Ellos no hubiesen podido escribir nunca “Soldado de Salamina”

Darío Vidal
24/10/2009

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