jueves, 15 de octubre de 2009

Incongruencias del PP




Imagino que Rajoy poseerá informaciones que nosotros desconocemos y que alberga propósitos a los que no tenemos acceso. Pero si, como dice, la mujer del César no solo debe ser honesta sino también parecerlo, las razones que dió en la esperada comparecencia de ayer para justificar el apartamiento de Ricardo Costa de sus puestos en la secretería general y la portavocía del partido en Valencia carecen de toda solidez.
Desde la perspectiva de un observador desapasionado de la calle, no concurre más culpa en este personaje que en su principal Francisco Camps. La historia evoca las de los cuartelazos en que ha sido tan pródigo nuestro país, en que la conspiración de los coroneles se sustanciaba con el fusilamiento de un sargento. Con la desventaja para don Mariano de que, además de hacerlo mal, lo ha hecho tarde.
Se dice que el presidente Camps no ha sido imputado por su pródiga lluvia de trajes. Lo mismo que Costa. Y que no se halla comprometido en los tejemanejes de los munificentes “conseguidores” del Partido. Igual que Costa. Aunque Paco Camps habría dado un dedo a cambio de una foto con Barak Obama, que no le consiguieron. Y es razonable preguntarse cómo estaba dispuesto a compensar por este servicio y qué pagar a cambio de ese documento gráfico a Correa y El Bigotes aparte del metaforico e inservible apéndice anular. Porque amor con amor se paga y “do tu des”.
O sea que cada vez es mas dificil compreder la durísima sanción contra el ex-secretario general de los populares valencianos, sobre todo tras el reconocimiento de, al parecer, un provechoso trabajo para la organización y haber ponderado Rajoy la impecable ejecutoria de Costa. Cuando le han preguntado durante estas horas al patriarca Fraga quien era más creible en Valencia, si Camps, Costa o Barberá, ha respondido sin dudar que Rita Barberá. “In senectus véritas”.
Lo que a nuestro juicio sucede es que la directiva del PP, o los “gurús” de Rajoy, no se han atrevido a descabezar una candidatura electoral victoriosa y han preferido ejemplificar en la cabeza de un delfín ganador pero sin el entramado de raices, compromisos e intereses de un líder histórico. La Ley de la Selva no es justa y en ocasiones impone a la manada comportamientos reñidos con la equidad. Pero el camino no ha quedado expedito y Rajoy habrá de volver al sendero hollado por Camps.

Darío Vidal

16/10/2009

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