jueves, 29 de octubre de 2009

La Campana de Huesca


Parece que ya se ha hecho manifiesta la rebelión a bordo. La chispa de la “Bounty” ha prendido en todos los confines de la nave y el capitan se ha mostrado a todas luces incapaz de gobernarla entre los gritos en la sentina, las voces en el sollado y las amenazas de la tripulacion a los oficiales en el puente. El capitan da órdenes que no cumple la marinería porque no las transmite el contramaestre, y los oficiales toman decisiones contradictorias. Hoy mismo la cúpula del PP ha cesado de militancia a Ricardo Costa que no se apeaba de la secretaría general en Valencia, tarde y mal, porque “el proscrito” se ha enterado de su situación por los periódicos. Una cobardía. No es que me importe la suerte del buque, pero lo siento porque la mitad de los españoles está debatiéndose ya entre las olas.

Y ningún pólítico, se llame como se llame, tiene derecho a utilizar como rehenes a los ciudadanos y a marchitar su esperanza. Por eso solicitaré el voto nulo para los próximos comicios –no la abstención ni el voto en blanco de los "n/s", "n/c", para que candidatos y analistas sepan que hemos votado a quien no está. Porque si es malo hacerlo mal, es peor no hacer nada. Y el capitán está dormido en su cámara.

A veces los mitos sirven para iluminar los trances de la vida prosáica y real. Asi es que, si me lo permiten, voy a contar una fábula que algunos tienen por muy real.

Ramiro el Monje, quinto rey de Aragón, nieto de Ramiro I, hijo de Sancho Ramírez y hermano de Alfonso I El Batallador, accedió al trono de mala gana y violentando su vocación, después de haber sido obispo de Pamplona y de Roda de Isábena, cuando su hermano Alfonso I murio sin descendencia. Pero los nobles de horca y cuchillo que debían asistirle en la tarea de la Reconquista, interpretaron como debilidad las mercedes que les otorgó tras su coronación para atraérselos, y el reino se convirtió en un foco de desórdenes, rapiña, conspiración y arbitrariedades. No carente de energía pero sí de experiencia de gobierno, recurrió al consejo del sabio abad de su monasterio y le envió un mensajero que regresó perplejo. “No me ha dicho nada, Señor. Únicamente ha cogido unas tijeras de podar, me ha bajado al huerto y ha cortado todas las rosas que sobresalían de las demás”.

Después de su inicial confusión el rey entendió el mensaje y convocó Cortes en Huesca para pedir opinion sobre cómo debía ser el badajo de una campana que pensaba construir, para que se oyese en todo el reino. Y así que iban llegando, hizo entrar a los más desleales, crueles y corruptos en un aposento, y entretejiendo las cabelleras de sus cabezas cercenadas, mandó hacer un badajo que no ha dejado de sonar.

Darío Vidal
29/09/2009

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