domingo, 25 de octubre de 2009

Un mancebo somalí


Aunque no sea adolescente ya --pese al testimonio de su madre Asho Mohamud Kheyre que dice que tiene sólo 16 años-- contradiciendo todos los estándares de la analítica, Abdiweli Abdullahi Sheikh (alias Raagegesey Hasan, alias Abdu Willy) debe adolecer de casi todo. Y desde luego no está prevenido por la experiencia de Joseph K. porque en el caso de que sepa unir las letras –lo que es dudoso-- no ha debido leer a Kafka. Así es que cuando tuvo la idea, o recibió la orden, de abandonar el atunero español “Alakrana” con otro colega, les cayeron sobre la chalupa en que lo intentaban, varios infantes de marina del buque de la Armada y, antes de entender lo que sucedía, él y su compinche fueron sepultados en el sollado y enviados luego a España por iniciativa de un magistrado hiperactivo, con escasa prudencia y furor de candilejas.

Para el mancebo somalí, acusado de piratería, España ha venido a ser un lugar remoto lleno de señores con toga y puñetas --sobre todo colmado de estas últimas--, que le asaetéan a preguntas y no dejan de porfiar sobre su edad, trasladándolo cada día a pernoctar en un lugar distinto, como si sus captores deseasen hacer una exhibición de sus establecimientos penitenciarios. Una experiencia desconcertante en una tierra desconocida, poblada de hombres de otra raza que hablan una lengua desconocida, tienen maneras imprevisibles y lo retienen contra su voluntad pero le hablan cortesmente.

Probablemente “Abdu Willy” vive en medio de la más devastadora soledad pero no se siente acosado por el sentimiento de culpa, aunque su madre diga que reconoce que “es un bandido”, para añadir que, de todos modos, eso “no autoriza a España a actuar como los piratas”. De modo que, tal vez, si su progenitora le reprocha su comportamiento, algo sabe el hijo de cuales sus las actitudes torcidas. Pero posiblemente siendo aún grumete, los mayores comenzaron a quejarse de que no quedaba pesca y se dedicaron a acechar a estas piezas de altura, con armas, explosivos, asaltos y abordaje, de manera que desde su infancia reciente se dedicó, le dedicaron, a atrapar estas piezas, sin saber que cometía un delito, que incurría en una acción de guerra y que, queriéndo o sin querer, había abrazado un oficio inventado hacía muchos siglos en el lejano Mediterráneo, extendido a los océanos e introducido luego por ingleses y holandesas en el Caribe. Ni que la pena por esta culpa era la muerte.

Sin embargo, el espectáculo mas grotesco lo dan los jueces españoles porfiando sobre la edad del muchacho. Así no hay manera de ser villano, héroe, o algo serio, sino eco de una estrepitosa carcajada.

Darío Vidal
25/10/2009

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