martes, 24 de noviembre de 2009

Inglaterra pide explicaciones




Tenía César González-Ruano una casa antigua en Cuenca llena de cuadros, esculturas y objetos magníficos, que los forasteros solían fecuentar sin saber que no era un lugar público. Pero a César le divertía ese equívoco y le encantaba pasear por las estancias con batín y zapatillas, o con chanclas y albornoz, observando la cara de estupefacción de los visitantes.

Aquella aparente provocación hacía que muchos forasteros le mirasen con recelo, con desdén o con ira. Incluso alguna vez le increparon por la falta de decoro de su atuendo para visitar un museo, según pensasen que estaba loco, que era un caradura o que se trataba de un provocador que quería llamar la atención a toda costa. E incluso en ocasiones le increpaban, aunque en esos casos se excusaba y se retiraba. Pero le encantaba relatar las anécdotas de esos encuentros absolutamente surrealistas que él favorecía. Solo en una ocasión, la iracundia de un vehemente adorador de la Cultura que se sintió insultado y quería agredirlo, le hizo gritar que no se hallaban en un recinto público, que estaba en su casa, que habían invadido su intimidad y que largo de allí.

Bueno, pues lo que nos sucede en el Peñón de Gibraltar con los ingleses, es parecido, y eso por quitarle hierro a una situación grotesca, si no fuera provacadora e irritante.

Cuando en 1704 la casa de Austria y la de Borbón pugnaron --con sangre de los españoles-- por la posesión de España a la muerte de Carlos II El Hechizado sin sucesión --¡menos mal!-- la Gran Bretaña, siempre generosa, se ofreció a ayudar al bando del Archiduque con una escuadra fondeada en Gibraltar. Pero he aquí que cuando acabó el conflicto, no hubo manera de despegarla del Peñón ni con agua caliente y el 13 de julio de 1713 en virtud del Tratado de Utrecht se arrió nuestra bandera del enclave, se exilaron sus moradores y los ingleses izaron la enseña de la Unión Jack que aún ondea. La negociación se basó en una serie de argucias para que nada resultase novedoso y pareciese todo interino y provisional. Pero las pugnas internas, que distraían muchas veces de nuestros propósitos alentadas con frecuencia por los britanicos, y la mezquindad de unos políticos mediocres, venales o miopes, han ido prolongando la situación.

Durante la Guerra contra Napoleón, los ingleses solicitaron mas tierra para levantar hospitales en que tratar la epidemia del cólera, después de haber demolido los fuertes de San Felipe y Santa Bárbara y no se retiraron. En 1829 se anexionaron más territorio sin contar con la opinión del Gobierno español. Y en 1854 pretextaron necesitar más hospitales para adueñarse de más territorio. Mas tarde ocuparon del istmo para hacer un aeropuerto que se ha ampliado con el primer gobierno socialista, aún cuando Franco intentó recuperar el Peñón con ayuda del Führer. Desde entonces, todo deseo de recuperar la escarpada península ha sido considerado por la izquierda española una pretensión “fascista”.

Hace poco, ese lince de la diplomacia que es Miguel Angel Moratinos hizo un viaje –el primero de un Ministro de Exteriores español al enclave de la Vergüenza-- para reunirse con el ministro principal Peter Caruana y el canciller británico David Miliband. “Jornada histórica”,-- titulaban algunos diarios, y ciertos periódicos exaltados anunciaban: “Moratinos reconquista Gibraltar”. ¡Que risa!

De todos modos nadie podía llamarse a engaño, pues el canciller español manifestó que no se reunían a negociar nada. ¿A qué pués? Pero debía ser cierto porque desde aquella reunión menudéan las provocaciones a nuestros barcos y se ha iniciado una escalada de tensión en la bahía de Algeciras. Anteayer mismo el “Foreing Office” cursaba una nota de protesta porque nevegamos por “aguas inglesas”. Y hoy, después del ametrallamento de nuestra bandera hace unos días, los noticiarios dan cuenta de una nueva intimidacion de la “Royal Navy” a la Guardia Civil del Mar. Ahora que se han apropiado de la tierra, quieren apoderarse del mar.

Y mientras Zapatero viaja a las Quimbambas ejercitando la seducción de su sonrisa azul, Montilla se amotina desde Córdoba y en el Almirantazgo no dan puntada sin hilo.

Darío Vidal
24/11/2009

2 comentarios:

  1. Cuanta razon tienes y lo peor es que seguimos sin reacionar, un día, ya cansados, nos obligaran a enseñar los dientes y no seran los politicos precisamente, si no, el pueblo como ocurrio el 2 de mayo.
    Gibraltar español, muerte al invasor.

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  2. Bonita foto, desde que la hice se ha vuelto famosa. Un saludo!

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