A la vista del éxito de las cumbres del clima precedentes y el incumplimiento sistemático de las recomendaciones de Kyoto, no cabía albergar muchas esperanzas sobre la que acaba de clausurarse, aunque hayan acudido a ella Barak Obama y el momificado emperador de la China, Hu Jintao.
No sé si es cierto que el plenario se ha pasado la noche reunido sin dormir, pero si lo es, aún es menor la garantía de equilibrio a la hora de negociar acuerdos. Esa representación hiperbólica del esfuerzo de los políticos en busca de un consenso, con propósito meramente propagandístico, es un esfuerzo baldío. Porque no nos lo creemos y porque no sirve para nada. La Naturaleza obvia los discursos, desconoce la retórica y desprecia la negociación. Si se produce un alud, sobreviene un tsunami o se abre la tierra bajo los pies, no caben argumentos, ni mediación, ni aplazamientos, ni regateos. Pero nuestros guías políticos parecen no alcanzar ese elemental saber. La Tierra no se conforma con pactos ni acepta dilaciones: si no le damos lo que exige, no le damos nada.
Tampoco Barak Obama “El Deseado” ha tenido pulso para variar el rumbo en Iraq, Afganistán ni Oriente Medio. Ni para resolver la vergonzosa situación, injusta y tétrica, de los presos de Guantánamo, destinados a desaparecer en un semiabandonado penal de alta seguridad del Estado de Illinois, sumidos en el silencio. Y lo peor es que el hombre que tantas expectativas había suscitado hace solo unos meses, no se ha comprometido a reducir la contaminación que genera su país después de habernos hecho concebir esperanzas. ¿Cómo pudimos creérnoslo si los EE.UU. es el principal consumidor de petróleo del Planeta, Venezuela, el que capitanea la discordia bolivariana, es de los primeros productores, y España ha dado miles de millones de subvenciones al carbón incumpliendo el acuerdo del Parlamentario ratificando la reducción de emisiones de CO2?
Las esperadas conclusiones de Copenhage han quedado en un mero documento informativo, con la oposición fingida de Venezuela y sus acólitos Nicaragua, Bolivia y Cuba. Y Sudán que no iba en el lote.
Los Acuerdos de Kyoto se incumplieron, pero Copenhague no exige ningún compromiso. Nada de tener un solo automóvil, un ordenador y un televisor para todos; hay que ir de “nuevorricos” hasta que estalle el Planeta. De hecho ya ha comenzado a orquestarse una campaña asegurando que el calentamiento global es nada más que una aprensión jeremíaca de los ecologistas hipocondríacos. Aunque se deshielen los polos y el desierto avance hacia nosotros.
Darío Vidal
21/12/2009
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