jueves, 17 de diciembre de 2009

La labor de un hombre


Hace unos años regresó José Ignacio Micolau Adell a su hogar de Torre del Compte con un título de Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Barcelona. No cedió a la tentación de su vocación universitaria que se prometía muy propicia, porque le reclamaban dos madres: la suya propia carnal y su querida tía Ignacia. Y también porque su tierra le exigía un compromiso –cosa que probablemente no admitirá porque no es proclive a reconocer debilidades--, después de constatar el esmero de los catalanes con lo catalán y lo adquirido, y el indolente despego de los bajoaragoneses con lo suyo, aquellos años.

Pero Ignacio se puso a dirigir sin aspavientos ni medios la exigua biblioteca de Alcañiz, maltrecha y abandonada, que él nutrió con novedades generales, bibliografía especializada, y fondos de bibliófilo dedicados sobre todo a asuntos del Bajo Aragón partiendo de los escasos ejemplares manejables, si alguno quedaba, de la republicana Junta de Intercambio y Adquisición de Libros de 1935, de los fondos del Colegio de los Escolapios algunos de ellos salvados de la quema de bibliotecas privadas, y de los despojos y la confusión de la posguerra, que con frecuencia había heredado mutilados, que constituyeyon los primeros balbuceos de la recuperación de 1952. Y con aquellos escasos libros se puso a construir en 1982, el germen de un ambicioso proyecto partiendo de las ruinas, con el entusiasmo de un licenciado en Letras “recien escullau” como dicen en su tierra.

Más no se detuvo ahí. Desde su despacho de la Bibioteca se puso a concertar voluntades, a manejar hilos, a promover ciclos de conciertos, sesiones de cineclub, campañas teatrales y exposiciones de pintura, algunas memorables. Fundó el Centro de Estudios Bajoaragoneses y una publicación en que acoger y difundir sus trabajos, y más recientemente apoyó el Instituto de Humanidades para dar continuidad a las investigaciones del profesor Maestre y sus discípulos en torno a los humanistas alcañizanos, y divulgar el perfil de mi dilecto Mariano Nipho.

Tal vez trasluzca una devota admiracion por Ignacio Micolau que no voy a disimular, porque ha consituído un estímulo y se ha erigido en un actor de agitación cultural insustituible para los suyos desde hace seis lustros sin esperar nada ni dejarse ver. He dicho y escrito más de una vez que debemos un homenaje a este hombre de mirada bondadosa, gesto taciturno, humildad franciscana, paciencia frailuna, tenacidad aragonesa sin concesión al tópico, y miopía cultivada con los años de estudio, desvelos y trabajo en que ha pasado las noches de claro en claro y los días de turbio en turbio hasta ahora, desdeñando un futuro más gratificante.

Pero el caso es que quería escribir de su nuevo libro “Cuestiones Bajoaragoneses”, y va a tener que quedar para otro día.

Darío Vidal
17/12/2009

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