domingo, 25 de abril de 2010

Garzón, juez y parte


El garzonismo, la garzonería, la garzomanía, o la garzofilia que puede ser aún más grave, ha desbordado el hispánico solar. Varias ciudades de Europa, que al parecer han perdido el juicio --o lo van a perder--, se han manifestado para apoyar al juez Garzón y mostrarle su más fervoroso respaldo e “inquebrantable adhesión”.

Con rara unanimidad y una acción simultánea que parece orquestada, el movimiento garzónico se ha expandido como una metástasis mas allá del foco que se expresó en tierras de Andújar y Torres, con una traca de baléo a los pobres “cochinos” inocentes en un lugar, y a los venados desprotegidos de la ira furiosa del juez Baltasar Garzón Real (postulado para encarnar a la Justicia) y del fiscal Mariano Fernández Bermejo (ministro de Justicia que cazaba sin licencia) en otro.

Pudo dar entonces la impresión de que el fin de semana y la cacería de jabalíes y venados en que participaron el juez de Instrucción, el ministro de Justicia y el jefe de la policía judicial Juan Antonio González que indagaba el caso “Gürtel” destapando una trama de corrupción en el seno de PP, estaban ligados con una sucia conchabanza en detrimento de la Justicia y la credibilidad del reputado Gobierno Zapatero, porque parecería no existir una democrática división de los Poderes del Estado y que el Gobierno instrumentalizaba a la Justicia. Por lo que la sorprendente, burda y más que sospechosa alineación jerárquica, forzó a cesar al responsable político del aquel juego, que “fue dimitido” por aquello de la mujer del césar, mientras las huestes tal vez partidistas le aclamaban enerdecidas al grito de “¡torero, torero!”

Igual que está sucediendo con el protagonista de esta penosa historia de imparciales jueces contradictorios, adscritos, partidarios o militantes, que ruborizarían a cualquier verdadero demócrata que cayese en la pueril ingenuidad de suponer que los jueces, los hombres de armas y los informadores deben carecer de opinión en el desempeño de su tarea.

Pero el magistrado suspecto de prevaricación fue juez, al día siguiente político de partido, y al otro se incorporó al mismo puesto sin solución de continuidad y actuando como juez y parte, con lo que arrastró a su partido a doblegarse a su arbitrio para actuar de vengador.

Otra vez su desmesura y la subjetividad de sus criterios, le han llevado a ser el alguacil alguacilado. No se pueden retorcer los argumentos como los sofistas. No se trata de Franco, de Dios, ni del Diablo, sino de si ha actuado rectamente en la Instrucción de las causas, y si es honesto y admisible ser juez y parte. Y recusar al juzgador.


Darío Vidal
25/04/2010

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