jueves, 15 de abril de 2010

¿Ha visto alguien a Garzón?


Creo haber confesado mi admiración, mi devoción y mi respeto en otros tiempos por Baltasar Garzón, un ser independiente, un incorruptible paladin de la Justicia y defensor de los Derechos Humanos.

Publiqué entonces elogios encendidos, tal vez ditirámbicos, y le encarecía prudencia porque lo sentía blanco de los señores de unos y otros partidos, de los capos del crimen organizado, de los cárteles de la droga, de los asesinos de la Eta, y de varias sabandijas y alimañas de muy vario pelaje. Y, a mi juicio, podían ser demasiados los tentados a volarle la cabeza. Sabia de él y leia sus actuaciones entrecerrando los ojos y con los índices metidos en los oídos, temiendo el estampido que, por fortuna, no ha llegado.

Pero, con el tiempo, comenzó a instruir causas contradictorias o insuficientemente fundadas, a acometer empresas desmedidas, a actuar ante las cámaras y a promocionar las biografías que otros le escribían. Luego, la gente sencilla que lo bendecía se quedó atónita al comprobar que podía dejar la judicatura por medrar en un Ministerio. No importaba el partido ni el cargo. Y entendió que su “ego” desmedido, hipertrófico y enfermizo podía llevarle a caer en cualquier error.

Las intrigas en la penumbra, las excursiones cinegéticas a los montes de Toledo con el ministro de Justicia, el sobreseimiento de las causas contra sus mecenas de cietos bancos, la negligencia que permitió a algunos etarras escapar sin ser juzgados y el bochorno de sus andanzas en la Universidad de Nueva York no han sido sino episodios disparatados de un “currículo” azaroso. Garzón ya no estaba al servicio de la Ley sino al de su propia imágen. Y esa percepción ha decepcionado a sus incondicionales hasta la quiebra de la fé. Tal vez era demasiado pedir. Pero fue demoledor aceptar que el Reino de la Justicia no es de este mundo.

Mas lo que ha venido a socavar aún más su imagen y a desengañar a los que no lo estuvieren todavía, ha sido esa toma de la Bastilla por Pilar Bardem, Pedro Almodóvar, Pedro Zerolo, actores, artistas, financieros, políticos e incluso gente de leyes, haciendo como que confunden el poder del dinero con el capricho, el Legislativo con el Ejecutivo y todos con el Judicial. Y metiendo en el mismo saco los desmanes y crímenes del franquismo que son una cosa, con los comportamientos probablemente delictivos –para eso están los tribunales-- cuyo protagonista no es ningún general sino un magistrado: el titular del Juzgado Central de Instrucción número cinco. ¿Dónde está “el hombre que veía amanecer”? ¿Ha visto alguien a Garzón?


Darío Vidal
15/04/2010

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