martes, 20 de abril de 2010

Precisión sobre Katyn


Por un error que deploro, afirmaba hoy que durante los fusilamientos del bosque de Katin, cerca de Gneizdovo, a unos 18 kilómetros Smolensk, habían perecido 70.000 polacos a manos del Ejército Rojo, cuando quise decir 20.000.

Los asesinados fueron exactamente 21.768 (veintiun mil setecientos sesenta y ocho), pero al utilizar la cifra aproximada para no hacer un recuento zafio como si contabilizásemos objetos en lugar de seres humanos, probablemente se me quedó en la memoria el 7 de las centenas y lo atribuí a las decenas de millar.

El guarismo, pese a ello, no disminuye en nada el horror, la sordidez y la impiedad de aquel frío genocidio, cometido sin pasión y sin odio como suele suceder en las campañas de exterminio. La ira no es ningún atenuante para justificar un asesinato, pero resulta más difícil de entender la puntual aplicación, concienzuda, mecánica y funcionarial de una parsona que administra la muerte; de un humano convertido en verdugo.

De todos modos, la enseñanza que deberíamos extraer de esa y otras masacres es que “nadie puede decir nunca jamás” cuando se desciende a la gruta más abyecta de la cobardía, porque permite cerrar los ojos a la conmiseración y la dignidad. / D.V.

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