domingo, 9 de mayo de 2010

Cuando se achica la letra


No se si a ustedes les pasa lo mismo. Pero yo estoy indignado con el tamaño de las letras. Con los cuerpos de letra, como decían antes los tipógrafos. Cada vez las hacen más pequeñas. Los editores avarientos quieren meter en un decímetro cuadrado de papel no diré que a Ken Follet pero si al Lazarillo. Y ya no hablo de los prospectos farmaceúticos. Eso es ya una vergüenza.

Antes se podía leer todo : desde las obras completas editadas en papel biblia o los listines telefónicos, hasta los pies de imprenta. Todo era visible. Todo podía informarnos: hasta los productos envasados que requerían alguna precisión. Vamos, que con dos ojos podía uno moverse por el mundo sin parecer analfabeto o ciego.

Pero, hombre, si hasta el cuerpo de los caracteres de los diarios se ha reducido. ¿Cómo vamos a entender los conceptos, si no somos capaces de distinguir las letras? Y no digamos ya los anuncios por palabras. No puedo entender cómo siguen contratando tal servicio. Y menos, quién paga por ellos si para leer las palabras tenemos que fruncir los ojos. Y alejarlos del texto. Eso sí que es curioso. ¿Les sucede a ustedes también? Me pasa que en vez de acercarme a las páginas como sería normal, aún me alejo más. Es como si lo viera más nítido. Son rarezas. Deben serlo. Lo reconozco. Pero si hasta el pequeño de casa ha denunciado mi incongruencia. “¡Si ves mal, por qué te alejas!”.

De todos modos, me ocurren cosas raras. Por ejemplo soy menos fisonomista que antes. No sé por qué. Tal vez poseo demasiada información en la memoria RAM y ya tengo unos años. Antes conocía a alguien y lo archivaba para siempre: cuando quería, extraía la imagen del cerebro y listo. Una estupenda capacidad para mi oficio. Ahora me está sucediendo una cosa muy curiosa: con frecuencia confundo los rostros de unos con otros. Y, a distancia, parece que me faltan datos. No puedo decir si unas cejas son mas o menos arquedas o pobladas y, en ocasiones, una sombra bajo la nariz me parece un bigote. Un exceso de imaginación sin duda. No pensé nunca que los años me espoleasen la fantasía de este modo. Eso debe ser una señal de juventud.

Aunque, cosa rara, acabo de consultar mi escolar diccionario de Latín y diría que las letras son más pequeñas.


Darío Vidal
09/05/2010

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