
Una de las virtudes que adornan a Zapatero es su capacidad de resistir, la firme decisión de no dejarse enseñar y la determinación de no aprender jamás de la experiencia, pasando por encima de los hechos y las gentes. Y si varía de orientación y de estrategia sucesivas veces por semana, no crean que es por causa del “talante” sino por miedo.
Si Zapatero tuviese algun apetito de concordia, no enmendaría sus decisiones al dia siguiente de aparecer en el Boletin del Estado porque las habría sopesado, meditado y consensuado. Pero para eso hace falta respetar al interlocutor y aceptar que podemos equivocarnos. No es su caso. El señor Presidente maneja el decreto con tal desparpajo que algunas veces lo publica sin haber terminado de escribirlo. Esta misma semana ha promulgado varios sin fecha. Las enmiendas no vienen por causa de la tolerancia, sino por la amenaza de que va a ceder el techo. Corrige sólo por miedo, lo que da la medida de su susto. Zapatero es un cobarde fisiológico, un falso compulsivo y un pávido follón amedrentado, que lleva mas de seis años gobernando --¡si lo hiciera!-- a la contra.
Para el vecino de la Monclóa, negociar es ceder, pactar es perder, y jugar, quedarse sin camisa, entre otras cosas porque no sabe de dónde parte ni a dónde va. ¡Que no va a ningún sitio que no sea sobrevivirse y perdurar! Por eso, sin el chantaje de la amenaza y el miedo, es impenetrable como un molusco, y tardo, terco y gravoso como un crustáceo.
Pero cada cual es como es. Mas no solo es eso. Lo que encocora al personal sin distinción, es la contumacia en la mentira. Cada día trae un rosario de falsedades, renuncios, trolas, trufas y engaños grandes, chicos o medianos y no entiende que la eficacia del embuste su funda en el prestigio de la verdad. Y que la patraña solo pasa cuando se puede tomar por verdadera.
Cuando la presión de las naciones más poderosas le ha hecho decir Digo donde dijo Diego volviendo del revés sus fantasías y exigiendo el cumplimiento de normas dolorosas, sobre todo para los más modestos que es a quienes dirigía la monserga de la tolerancia y la demagogia, quiere ver la situación no como un suceso que todos veían avecinarse desde hace años, sino como una contrariedad imprevisible en la que él no ha tenido parte.
Por eso ahora nos sale con que “no he cambiado yo sino las circunstancias”. Y no nos ha echado la culpa a nosotros de puro milagro. Como si la primera tarea de un capitan no fuese otear el cielo, interpretar la mar, leer los elementos y tomar las medidas adecuadas para cubrir la singladura sin sobresaltos, en lugar de malversar los recursos y dilapidar los bienes, repitiendo como los gallinas “¡Yo no he sido!”
Darío Vidal
27/05/2010
Si Zapatero tuviese algun apetito de concordia, no enmendaría sus decisiones al dia siguiente de aparecer en el Boletin del Estado porque las habría sopesado, meditado y consensuado. Pero para eso hace falta respetar al interlocutor y aceptar que podemos equivocarnos. No es su caso. El señor Presidente maneja el decreto con tal desparpajo que algunas veces lo publica sin haber terminado de escribirlo. Esta misma semana ha promulgado varios sin fecha. Las enmiendas no vienen por causa de la tolerancia, sino por la amenaza de que va a ceder el techo. Corrige sólo por miedo, lo que da la medida de su susto. Zapatero es un cobarde fisiológico, un falso compulsivo y un pávido follón amedrentado, que lleva mas de seis años gobernando --¡si lo hiciera!-- a la contra.
Para el vecino de la Monclóa, negociar es ceder, pactar es perder, y jugar, quedarse sin camisa, entre otras cosas porque no sabe de dónde parte ni a dónde va. ¡Que no va a ningún sitio que no sea sobrevivirse y perdurar! Por eso, sin el chantaje de la amenaza y el miedo, es impenetrable como un molusco, y tardo, terco y gravoso como un crustáceo.
Pero cada cual es como es. Mas no solo es eso. Lo que encocora al personal sin distinción, es la contumacia en la mentira. Cada día trae un rosario de falsedades, renuncios, trolas, trufas y engaños grandes, chicos o medianos y no entiende que la eficacia del embuste su funda en el prestigio de la verdad. Y que la patraña solo pasa cuando se puede tomar por verdadera.
Cuando la presión de las naciones más poderosas le ha hecho decir Digo donde dijo Diego volviendo del revés sus fantasías y exigiendo el cumplimiento de normas dolorosas, sobre todo para los más modestos que es a quienes dirigía la monserga de la tolerancia y la demagogia, quiere ver la situación no como un suceso que todos veían avecinarse desde hace años, sino como una contrariedad imprevisible en la que él no ha tenido parte.
Por eso ahora nos sale con que “no he cambiado yo sino las circunstancias”. Y no nos ha echado la culpa a nosotros de puro milagro. Como si la primera tarea de un capitan no fuese otear el cielo, interpretar la mar, leer los elementos y tomar las medidas adecuadas para cubrir la singladura sin sobresaltos, en lugar de malversar los recursos y dilapidar los bienes, repitiendo como los gallinas “¡Yo no he sido!”
Darío Vidal
27/05/2010
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