viernes, 4 de junio de 2010

El Tiro de Pichón


“Cuando oimos el rotor de los helicópteros que se aproximaban en la oscuridad, disparando, agitamos ropa blanca para que la vieran desde sus reflectores, pero enseguida descubrimos en el suelo a compañeros que estaban heridos y se quejaban o pedían auxilio, y los vimos morir porque no dejaron que nos acercásemos a asistirles”.

Este es el escalofriante testimonio de uno de los ”agresores” que fueron atacados por los israelitas en aguas internacionales, a setenta millas náuticas mar adentro de la franja de Gaza “con grave riesgo de ser linchados” por la multitud. Una peligrosa turba que estaba infiltrada de agitadores de Al Fatáh, Hamás y Al Qaeda con peligrosos activistas antijudíos de hasta sesenta países, entre ellos España, y dispuestos a todo.

Una Armada que mueve a la lástima, si creyó realmente hallarse en peligro ante unos pacíficos cooperantes idealistas, cargados de raciones de comida, algodón y medicinas, sin armas ni instrucción militar, mientras los bravos comandos judíos, embarcados en tres fragatas, estaban pertrechados con lanchas de asalto artilladas, una escuadrilla de helicópteros y una unidad de asalto de élite con ayuda electrónica individual y armada hasta los dientes, que tendría que pintarse con tinta roja alguna mano, un pómulo o la frente --que siempre es muy socorrido-- para que les pudieran hacer fotos caracterizados de heridos. Porque la censura política “nazi”, quiero decir “judía”, no permitió ni una imagen de los cadáveres ni de los treinta heridos de verdad que fueron los ametrallados. Porque los soldados hebreos no estuvieron expuestos más que a algún estornudo, ya que el relente insidioso de la madrugada es muy traicionero en la mar.

Algo pudimos ver, casi tan ilustrativo como los muertos silenciados, porque la vanagloria de los oficiales de enlace de la Marina no tuvo en cuenta el desdoro que supone grabar en vídeo y dejar testimonio del ataque a un barco de turismo de pequeño tonelaje con carga humanitaria, desde una poderosa máquina de guerra con balas trazadoras. Aparte del hermoso espectáculo pirotécnico --por desgracia con fuego real, treinta heridos y diez muertos--, el “mando” pudo percatarse de lo fácil que resulta matar cuándo no se halla resistencia, que es como mata a placer Israel, oponiendo a los desesperados adolescentes palestinos, con ondas, piedras y tirachinas tras el quicio de las puertas, militares profesionales entrenados con espléndidos carros de combate blindados, asistencia de tiro por infrarrojos, óptica laser y ayuda electrónica. Que es como jugar al gato y el raton, o, por ser más exactos, al tiro de pichón.

No es de extrañar que un prohombre del Likud como Benjamín Natanyahu haya felicitado a sus hombres ante hazaña tan desmedida.


Darío Vidal
04/06/2010


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