lunes, 26 de julio de 2010

UN TAL PERE NAVARRO


Pere Navarro, un “punto filipino” donde los haya, es el artífice del Terrorismo de Tráfico: un sobrecogimiento turbador por sucesos desconocidos de los que no podemos reconocernos culpables. Pero que son capaces de acecharnos desde el Inconsciente.

El Pere Navarro no existiría en una sociedad ventilada y sana en que nadie hubiese inoculado la larva judeocristiana de la Culpa, ni estimulado la cobardía y la delación como arma de Poder.

La tenebrosa “perenavarridad” punitiva, sustentada en la impunidad de lo secreto y en la indefensión del “sospechoso”, ha rebasado cualquier atisbo de garantía constitucional y constituye un peligro para el Estado de Derecho y la Democracia, aunque resulte paradójico, y, así, recurriendo a palabras nuevas (“La palabra como coartada para el des-entendimiento”), el Ministerio del Interior en connivencia con el de Hacienda han adoptado maneras que, pareciendo inocuas, atentan contra la misma rectitud de juicio de los cristianos. Y del mismo modo que la Inquisición no necesitaba la prueba de la acusación aunque el delator fuera niño --”porque los niños siempre dicen la verdad”-- ahora cualquier ciudadano inerme, puede sorprenderse acusado de infringir cualquier improvisada fantasía.

Este individuo diabluno, Master en Marrullería, se ha “apañado” la “pastizara” en beneficio de su principal, experto en la disciplina que impartían otrora en el Puerto de Arrebatacapas y acaba de idear la fórmula idónea para manejar con comodidad la compleja maquinaria de la Administración recaudadora de peajes, herbajes, portazgos, pontazgos, socaliñas, rapiña en descampado y a cubierto, y paso franco por caminos vecinales y reales.

No es de extrañar que algunos ediles, tan ayunos de vergüenza como de escrúpulos, estén ensayando a cobrar por atravesar, visitar o transitar por las ciudades, más allá del conocido Impuesto de Circulación, invento de un alcalde barcelonés, de nombre Porcioles Colomer, voraz de recursos, ávido de medios, afanoso de ingresos, avaro de solares, hábil en los tratos, diputado a Cortes por el Tercio Familiar e íntimo amigo de “Mi General”, quien se negaba, ciego de iracundia, a corresponder al saludo a un periodista porque sabía tanto como él de sus negocios.

Pero más escandaloso que pasarse el Derecho, por el Tercio Familiar, en vida del inspirador de la Democrácia Orgánica y pestilente, es que éste chiquilicuatre del Tráfico, se pase por el Arco del Triunfo las Leyes de Igualdad de Zapatero, paladín de la Democracia Inorgánica y silvestre, ciscándose en todas las normas e implantando la Tiranía, la indefensión, la arbitrariedad y la injusticia.

Y quien dude de lo dicho, que se arriesgue a hojear el Código de nueva planta y sabrán que, a partir de ahora, ni Tráfico ni Interior estan obligados a dar cuenta de las denuncias cursadas, ni notificarán las multas que impongan, ni la policía se detendrá ante el conductor para dar la cara. Las sanciones se notificarán a través del Boletín del Estado o de la correspondiente Taifa cantonal, sin dar garantías a la defensa, ni opción al pliego de descargo, ni ocasión a la bonificación por pronto pago.

Y así, en el limbo inducido por quienes deberían administrarnos, Tráfico delega en Hacienda, que embarga la cuenta al “imputado” y la pone a su nombre. Una práctica del todo irregular en cualquier país democrático conocido, porque nadie puede detraer bienes ajenos sin incurrir en una apropiación indebida, una incautación, una retención irregular, una extorsión, una expropiación, una substracción, un embargo ilegal, o cualquier otro concepto sinónimo de robo, en la más benigna de las acepciones. Para entendernos, es como la extorsión que impone el terrorismo a las víctimas escogidas, a traves del “impuesto revolucionario”, o el “racket” estipulado en el código del hampa.

Pero he aquí que el Estado en su totalidad, se hace responsable de un hecho delictivo por acción u omisión. Y aquí no hay fiscales, ni jueces, ni "Justicias" de Aragón, ni "Síndics de Greuges" catalanes o valencianos, ni "Defensores del Pueblo" que se den por enterados. ¡Qué atroz desamparo, amigos míos; que fraude!

No va a servir de nada, según me temo, pero cuando no hay médico al que consultar, se recurre al hechicero. Prueben algún portal gratuito de Internet y ya me dirán. www.buscamultas.com

A ver si ellos merecen llamarse Defensores del Pueblo.


Darío Vidal
26/07/2010

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