sábado, 24 de julio de 2010

Cómo pierde "Seat"


Los más viejos del lugar conocen la historia de los antiguos “Seat”, que se servían por encargo tras la penitencia de una larga espera --alguna de hasta tres años-- después de haber pagado previamente su importe a tocateja y en “reales de vellón”.

Todos los allegados, familiares y sufridures de la marca, hemos padecido las dudosamente honestas practicas mercantiles de los generales próximos al General, zarpando hacia el glorioso despegue tecnológico e industrial de la posguerra. En aquel periodo voluntarista y militar --militar de los de entonces-- en que las carencias “se suplían con el celo”, conocimos portezuelas que se desprendían al cerrarse, intermitentes diabólicos que indicaban a la derecha cuando se accionaba el de la izquierda y al revés; “warnings”/trasgo que activaban los limpiaparabrisas cuando se pulsaba el mando de estacionamiento, y miles de travesuras mecánicas de las que se carcajeaban nuestros colegas europeos al conocerlas.

¡Aquello sí que era España! Un recinto cerrado y asfixiante en el que toda sorpresa adversa era posible y en el que era inexcusable, para sobrevivir, un sentido del humor consolidado en mil frustraciones y fracasos colectivos. De modo que si alguien sugería que la “Mercedes” pensaba adquirir una partida de “Seiscientos”, alguien respondía: "¿Para qué? ¿para ceniceros?” Lo que era comprensible en una factoría llamada “SEAT”, que para nosotros significaba: “Siempre estarás apretando tuercas” o “Somos esclavos arreglando tonterías”. Mas, poco a poco, nuestras cosas dejaron de ser difrentes y los coches de la Zona Franca barcelonesa comenzaron a adquirir credibilidad, así es que lustro a lustro fuimos recuperando costosamente la autoestima.

Llegó un día en que empezaron a anunciarse fusiones y maridajes con “Fiat”, con “Audi”, con “Porsche”, con “Volkswagen”, con “Sköda” y otros. Y poco a poco, las piezas empezaron a no estropearse, aunque muchos de los escarmentados que se quedaron sin la cruceta de la transmisión o sin dirección, prefirieron no apostar por “Seat” en lo sucesivo, incluso por consejo de ciertos cadáveres recelosos y aprensivos. (Y yo pude ser uno de ellos un atardecer en las Costas de Garraf)

Pero he aquí que alguno de los nuevos modelos, como el “Seat León”, se atrevieron a competir y a ganar trofeos a marcas reconocidas cuando la “Sociedad Española de Automóviles de Turismo” ya no era soberana y ciertos miembros del Grupo no estaban dispuestos a que compitiesen el “Audi-3” o el “VW-Golf” con aquel audaz advenedizo. Así que prohibieron que participase en el futuro. Así es como “el León” se ha convertido en perdedor y la Industria alemana en adalid del libre mecado.


Darío Vidal
24/07/2010



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