miércoles, 28 de julio de 2010

SECRETAS MULTAS VENALES


Que nadie se llame a engaño: cuando a la Dirección General de Tránsito le llaman de Tráfico, por algo será.

No es lo mismo transitar --que equivale a andar, moverse y circular--, que traficar, que es negociar con dinero y mercaderías, en ocasiones no del todo lícitas, limpias y legales. De ahí que la relación entre administradores y administrados se base actualmente en la transacción, esto es en el “tráfico”.

Si los agentes de circulación se propusiesen prevenir, evitar y corregir las infracciones, en lugar de anotar sanciones inevitablemente cometidas ya, la actuación de sus agentes no sería clandestina ni secreta, sino transparente, franca y amistosa. No crean ya que los agentes se oculten para prevenir. Si se agazapan tras un seto o un artilugio mecanico, es para recaudar: cuando se detienen ante el operador de radar no lo hacen para avitar un accidente sino para muñir a un pagano. Y eso si que es triste.

Decía un viejo maestro, que si un alumno se ganaba una bofetada –no creo que él la hubiese dado nunca--, un castigo sin recreo, una reclusión de domingo, o una sanción de cualquier categoría, la reconvención no debía estar motivada nunca por la ira, el rencor, ni la venganza. La sanción –decía-- no sirve de nada, si el más dolido no es el que la aplica. Y para mi que era verdad, porque a mi me había dejado alguna vez sin patio de recreo con lágrimas en los ojos.

Aquel hombre bueno sabía lo que tenía que hacer, pero no podía dejar de conmoverse ante la inocente cara de sorpresa de quien había hecho una entrada inconscientemente, llevándose a toda la defensa por delante. Diré para hacer justicia, que, en alguna ocasión, este entusiamo desmedido nos había valido algún capón, aunque haya dicho que no pegaba. Pero frente a la cándida mirada inocente del delantero, había que atender la amoratada tibia sangrante del defensa, hecho un ovillo y aullando lastimero.

La Dirección General tiene que multar y, si es preciso, llevarse in extremis algún punto de recuerdo. Y dinero. Aunque “traficar” con dinero en este trance me parece una práctica de truhanes. Y ustedes ya saben que la mujer del César no solo debe ser honesta sino ambién aparentarlo.

Pero lo que induce ya a la náusea es que Pérez Rubalcaba premie a los guardias civiles que más multas pongan: un incentivo que la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) ha denunciado a la Comisión de Interior del Congreso, porque “su función principal es garantizar la asistencia y el auxilio a los conductores y regular el tránsito”... “y sancionar pone de manifiesto que el Gobierno busca más recaudar que mejorar la seguridad vial”

No hay comentarios:

Publicar un comentario