sábado, 18 de septiembre de 2010

Toreo de Salón


Una querida amiga, una amiga de toda la vida con la que no nos ennoviamos para no dejar de ser amigos y que aún no ha olvidado que existo, acaba de escribirme para reprochar mi holgazanería porque no lee aquí mis rezongos malhumorados. Pero de nada ha servido que le diera puntual explicación de dónde ando metido estas fechas.

Así es que, aprovechando que el 17, el 18 y el 19 de septiembre de 2010 se celebran las pruebas del campeonato de mundo de motociclismo en “Motorland” de Alcañiz, despues de haber competido cuarenta y cinco años por el circuito urbano del viejo burgo, con solo unas pacas de paja como quitamiedos y todo el sacrificio del mundo de dos generaciones de aficionados, quiero decirles a ustedes que el trabajo y el tesón lo pueden todo. Y de ese modo satisfago también a Adelina.

Lo malo es que el mundo está empedrado de patosos, una voz en desuso que es tan exacta, precisa y aparente para designar al soso, al corto, al mediocre, al metepatas y al que se obstina en parecer gracioso a toda costa, aún a riesgo de gritar vivan los novios en el velatorio de un difunto.

El caso es que después de un viernes de agua y un sabado destemplado suspirando por el sol dominical que esperamos mañana para el Rey, hemos tenido que aguantar la insufrible tabarra de esos estúpidos en busca de meritos, que se hacen notar por ir a destiempo, caminar entre pies como el gato en un mondongo y alardeando de bravuconería por las calles pacíficas, pasando peligrosamente al lado de los paseantes curiosos y, lo que es peor, rugiendo acelerones de bencina en las noches de la fiesta, como si esta gente que se inventó los atronadores desfiles de los tambores de Semana Santa a finales del siglo XVII se fueran a impresionar por petardazo de mas o de menos. Eso es torear de salón. Porque no hay toro.

Claro que eso no lo hace el agua. La madugada del viernes al sábado los bares, cafeterías, tabernas y puestos ambulantes de bebidas agotaron la existencia de cerveza que habían previsto para aplacar la sed de todo este largo fin de semana y tuvieron que pedir socorro a sus proveedores para que sacasen zumo de cebada de debajo de las piedras si querían evitarse un motín.

Aunque esa es sólo la ganga de la humana estupidez. Al lado de eso, hemos visto volar por las pistas a una suerte de centauros sobrehumanos, atletas superdotados, deportistas capaces de imponerse al dolor de las caidas y la sangre, rodando en las rectas a mas de trescientos por hora, cuyos tiempos diferían en centésimas y aún milésimas de segundo. Pero ellos no tenían que demostrar nada.


Darío Vidal

18/09/2010



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