miércoles, 27 de octubre de 2010

Lo mejor del Mundo


Los términos de comparación aquí no se reducen a algo menos abarcable que el universo. O el mundo si se quiere, que es lo más dilatado que un hombre sencillo y sin letras puede concebir. No hay gradaciones. Algo o alguien es despreciable, o “lo mejor del Mundo”.

Sin embargo he descubierto otros grupos humanos que suscriben esa percepción hiperbólica. Aunque no podíamos vanagloriarnos de no dar pie con bola --hablando con propiedad--, porque no entraban los goles, y las de los tenistas iban a caer en la red igual que las mariposas. No podíamos sentirnos colmados, porque el primer ciclista en cruzar la meta solía ser el veinticinco del pelotón; el primer nadador que llegaba era el que no se había ahogado aún, y no hablemos ya de los deportes del motor.

Pero sí que nos atrevíamos a proclamar la excelencia de tal vino, aquel ternasco, cierto capón, esas borrajas aterciopeladas, aquellas frutas o nuestro aceite de oliva, que son, por supuesto, “lo mejor del Mundo”. Aún no opinábamos de Fernando Alonso, de Alberto Contador, de Rafa Nadal, de Jorge Lortenzo y Dani Pedrosa porque no habían nacido para nosotros, aunque ya comenzábamos con Ángel Nieto, Severiano Ballestros, Manolo Santana y algún otro.

La verdad es que el Barça y el Madrid eran los mejores entre si, pero el juicio no era unánime sino partidista, como cabía esperar. La apoteosis planetaria --de esas de “lo mejor del Mundo”--, se produjo con los éxitos de la selección española de fútbol, sus héroes y sus dioses paganos Luís Aragonés y Vicente del Bosque, que habían acabado con el “mal fario” de 44 años de hambre de victoria porque eran “los mejores de Mundo”.

Es cierto que han cambiado muchas cosas para que este país diese la vuelta a un “complejo” secular. No se me rían ustedes pero la cosa viene del tiempo de Maricastaña con el Rey Felón --”El Deseado” indeseable--, un traidor a su pueblo, inventor del carlismo autodestructor y del integrismo rencoroso, que deshizo el Imperio al tiempo que rompía las Españas con el separatismo utópico del romanticismo, que ha ensangrentado esta tierra con atroces contiendas, de la última de las cuales aún no nos hemos recuperado, pues andamos todavía buscando fosas y fantasmas con empeño solanesco y vocación tardorromántica.

Pero no me hagan caso –que no me lo hacen--; no se me enfaden, y sobre todo no piensen que se me ha ido la olla, porque “no tiene que ver una cosa con la otra”. Y sí la tiene, porque desde 1898, el del Desastre, no ganamos ni a la Loteria. Mañana seguiremos si no tiran el PC, cosa que no les aconsejo porque sale carísimo.


Darío Vidal
27/10/2010.


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