martes, 26 de octubre de 2010

Lo puto y lo "gay"


“Heri dicebamus” a propósito de ciertas voces claras, dulces y eufónicas que nos han llegado de allende el océano uniendo a su luminosidad su elegancia fonética, como “guay” y “chévere”, que deberían consolidarse en el lenguaje

Hay una excepción como la palabra “gay” o “gayo” pese a su sonoridad, porque no la recogía Covarrubias en el Tesoro de la Lengua de 1611; Corominas sólo nombra “gayo”(m) como gozoso, alegre y vistoso, derivado de “gauy” (¿o guay?) del latín “gaudium” (“Gaudeamus igitur / juvenes dum sumus...”--cantaban en sus fiestas los estudiantes), y se adjetivaban “gayas” las cintas variopintas de los vestidos, o las que lucían en sus capas los universitarios. Sólo a los vates galardonados en las justas poéticas les llamaban “mestres en gay saber”. Poetas que saben alegrar. Poco que ver con la entrepierna.

En 1732, el Diccionario de Autoridades define “gaya” como cinta de adorno, y “gayado”, el vestido con cintas de colores. “Gaya” en germanía equivale a “mujer pública”; “gayón” es rufián, y “gayar”, adornar de colores.

Nuestra prestigiosa y oracular --sin asomo de ironía-- María Moliner, define “gayo” como alegre y vistoso; pero nada dice tampoco de “gay”. Hemos de esperar a 2006 para que el ecléctico Víctor García de la Concha permita definir el anglicismo "gay” como “hombre homosexual” -- y en segunda acepción como “perteneciente o relativo a la homosexualidad”, en la vigésimo segunda edición del diccionario de la Academia Española.

Tampoco el vocablo homosexual tiene mucho pedigree, puesto que lo bautizo hace un siglo y medio, en 1869, el escritor austriaco Karl Maria Kertbeny y la adoptó el psiquiatra aleman Baron Von Kraft-Ebbing poco después. Pero ha bastado ese tiempo para que la palabra haya caído en desgracia y se repute tan infamante como llamar ciego al que no ve y sordo al que no oye.

La voz inglesa “gay” ha tenido predicamento para escalar –veremos cuanto tarda a marchitarse-- el substantivo e incluso el adjetivo, si se me permite con caracter absolutamente suntuario y banal, pues no era necesario y en unos años se convertirá también en un vocablo zafio, proscrito, innombrable y tan ajado como los ya amortizados, tales como marica, mariquita, mariquilla, maricón, maricona, afeminado, sarasa, pato, invertido, bujarra, bujarrón, culero, bardaje, sodomita, chapero, mariposón, adamado, acaponado, barbilindo, cacorro, cazolero, cominero, suave, amujerado, enerve, ninfo, pisaverde, fileno, puto, o lindo como les siguen llamando en Murcia, por no apurar la sinonimia y guardar para otra ocasión.

La nueva denominacion, como siempre, se basa en el prestigio social. “¿Y qué dices que eres gay, hijo? Pero, vamos a ver: ¿Conduces un “Testarrosa”; tienes casa en Mónaco; un yate de cincuenta pies, o un bimotor “Beechcraft” de seis plazas?” “No; yo tengo mi sueldo”.“¡Pues entonces, desengañate: tu no eres gay; tu eres un maricón de los de toda la vida!”


Darío Vidal
26/10/2010



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