jueves, 28 de octubre de 2010

No mas depresivos


Temo que alguien se haya ofendido con el sucinto analisis de la decadencia de España que esbocé ayer, en apariencia un poco frívolamente. Pero me refería a que nadie es capaz de ganar si no se lo cree, y las derrotas continuadas imprimen carácter. Y desconfianza. Ahí tienen sino al lloroso Moratinos con su lista de fracasos, de “muertos amigos” como el pobre José Couso, y de humillantes negociaciones perdedoras.

No puede extrañar que, con esos precedentes, los españoles seamos atrozmente ciclotímicos, lo que supone una lacra conductual que, como nadie ignora, se llama transtorno bipolar. Una maldición muy latina. Porque anglosajones y centroeropeos se ciñen a su tarea, aprietan los dientes, se olvidan de si pierden o si ganan, pero no dejan de correr hasta el final. Ellos juegan. Y aunque esten pagados de sí –lo que es necesario para competir-- no piensan ser “el mejor del mundo” aunque sepan que están entre los mejores y que, con frecuencia, ganan.

No soy psicólogo deportivo, pero creo que las cosas estan mejorando desde que competimos pensando que somos “de los buenos” y hacemos lo que podemos, ajenos a la jactancia de reconocernos “lo mejor del mundo”: la soberbia que nos ha hundido siempre en las simas de la melancolía en cuanto las cosas no van bien.

Hemos aprendido que es raro hacerlo muy mal, pero que es milagroso hacerlo un día muy bien. Porque el suelo, los vientos, el clima, las máquinas y los hombres, estan sometidos a torsiones, a compresiones, a fricciones y a temperaturas extremas –pienso ahora en la F-1-- que no controlamos. Por descontar el puro y veleidoso azar. Una rueda mal inflada, el imperceptible juego en una rótula, la desigual abrasión de los neumáticos peor manejados que otros días y castigados por frenazos abruptos que sobrecalientan los discos y las gomas, o la parcial obstrucción del conducto del agua para combatir la deshidratación, son solo algunas de las cosas que se conjugan para recordarnos que somos buenos –si lo somos-- pero solo algún rato “los mejores”.

Y parece que esa actitud de trabajo y de esfuerzo sin soberbia pero con un empeño tenaz, van a dar resultados optimos para el cuerpo y el espiritu, porque no es bueno “sufrir la tensa y dolorosa exaltacion de los dioses”, ni sumirse en la depresión obsesiva del Infirno de Dante, un día después. No hay espíritu humano capaz e resistir ese desajuste emocional. Sobre todo cuando la afición frenética, que ha compartido la exaltación de la victoria, es capaz de odiar a sus dioses porque “ya no son los mejores del Mundo”. Eso es lo que tenía que decirles.



Dario Vidal
28/10/2010




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