martes, 16 de noviembre de 2010

Brigadas de exterminio en el Sahara



Que un representante de España reciba a un recadero de Marruecos que no tiene embajador en Madrid, es un error. Pero en las actuales circunstancias es, a mayor abunamiento, una indignidad propia de la Trini y el Moratinos, y, sobre todo, una infamia de ese tipo anodino y sin patria –él lo ha repetido “ad nauseam”-- que no consigue ni desea representarnos.

Cuando la población –o “la ciudadanía” si se quiere-- se enfrenta de modo tan decidido y contundente a una medida política, sin fisuras de partido ni matiz alguno (aunque algunos oportunistas comiencen a apropiarse de las banderas), es porque se está produciendo una fractura que cuestiona la legitimidad de las decisiones --e indecisiones-- del Gobierno.

Es inadmisible que al clamor por el genocidio en el Sahara, Jimenez aduzca que es aconsejable valorar primero los hechos con sosiego, cuando una de las partes –la poderosa, la invasora, la armada-- esta ocasionando una carnicería y perpetrando una acción de exterminio, impermeabilizado el territorio y blindando la posibilidad de que alguien informe de los sucesos y pida auxilio.

Y los hechos, que son graves, revisten mayor gravedad si algunos de los perseguidos son ciudadanos españoles, periodistas a los que se imputan delitos imposibles de cometer cuando se está en minoría y se va desarmado, y cuando los muertos y heridos saharauis –nunca marroquíes-- están dejando en el desierto un rastro de niños indefensos y aterrados, a los que no es preciso asesinar porque se están muriendo solos, de sed, de abandono y malnutrición. Pero eso no basta. En Rabat están organizando milicias de "colonos” para exterminar y dar caza a las gentes del lugar.

No hay tiempo ya para reflexiones, señora Loquesea de Exteriores. Ha pasado ya la hora también de que diletantes presidentes sin recursos intenten distraer la atención con “desentierros” franquistas, desactivando crucifijos escolares, utilizando “interrupciones de embarazo” profilácticas y prohibiendo el culto en templos que amenazan ruina. No es momento de improvisar.

Es hora de decidir. De defender esos Derechos de los que tanto se habla , de hacer “desminar” los arenales que mutilan y desventran, de impedir que la gente del sultán merodée cazando saharauis, y de conseguir que las mujeres del desierto ya no paran nuevos huérfanos.



Darío Vidal
16/11/2010



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