domingo, 14 de noviembre de 2010

La parálisis del miedo



Tras la devastación del poblado saharaui de Gdein Izik y la ocupación de El Aaiún por los alauítas marroquíes, la jornada se ha saldado con más españoles detenidos y una nueva cosecha de cadáveres. Pero el personaje más infausto de España desde el advenimiento de la Dictadura, sigue sin mover un dedo para defender a los moradores del Sahara Occidental, ni a los periodistas españoles que velan por sus derechos.

Él se dedica a determinar el apellido de los niños, a reactivar la tertulia con los etarras acabados, y a auparse en la tarima del G-20 asegurando que tiene la solución a la crisis, mientras cosecha la mayor tasa de paro conocida sin saber qué hacer. Al fin y al cabo “la palabra nación quiere decir muchas cosas” y él, para no comprometerse, se declara públicamente “ciudadano del mundo”. Caso único en la Historia de eclecticismo, de inhibición, de cobardía y de cinismo.

Cómo va a ser más solidario con los moradores del desierto, aunque no fuera una colonia sino la 53ª provincia de España hasta que la Banda Verde de Hassan II y su administrador general, el “falangista” de Cabra José Solís Ruíz, a la sazón Ministro de Franco y Secretario General del Movimiento, aprovechara los últimos estertores de su jefe agonizante, para descolonizar lo que nunca estuvo colonizado ni fue Marruecos. “Nosotros nos entendemos de cordobés a cordobés, Majestad”, compadreaba el cínico.

Así es que Zapatero no fue más traidor que el primero de ellos, ni más apátrida que el “nacional-sindicalista” aunque lo expresasen de distinto modo: el uno a la manera “andalusí” y el otro a la “globalista”, empeño éste más árduo porque nuestro estadista no habla ninguno de los idiomas que confieren el salvoconducto de ciudadano del mundo.

Ello tiene sus ventajas, porque a los de su condición no les aflige el dolor de los demás, el suplicio, la injusticia ni la traición a la patria. No les conmueve ni el vagido de un bebé, ni el llanto de una mujer, ni el gemir de un malherido. Tal vez porque tienen, como sollozaba García Lorca, “de plomo las calaveras”

Naturalmente las imágenes dicen más que las palabras y los silencios. Y la falta de firmeza es el heraldo de la derrota. Contemplen la actitud titubeante de ZP, so capa de Democracia, en su carrera por las calles de Seúl con el Premier británico.

Enclenque, pusilánime, apocado y flojo, el presidente da saltos cortos, precavidos y temerosos --frente a las zancadas de aquel--, enfundado en una mallas negras para combatir el relente que mortifica sus dedos engarfiados, su corto cuello encogido con el porte envarado y un pecho estrecho con anchas caderas. La forma de llevar el cuerpo refleja casi todo lo que un fino observador percibe. No lo aceptaría ningún jefe de personal.


Darío Vidal
14/11/2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario