miércoles, 26 de enero de 2011

Remedios que matan


Algunos recordamos que la voz griega “pharmakon” quiere decir lo mismo pócima, tósigo y veneno que medicina. Las personas sensatas habían entendido que sanar o enfermar era una cuestión de dosis. Pero entonces no se hablaba de yatrogenia. Los boticarios y los físicos tal vez sabían menos pero tenían mucha más conciencia. Los pobres sanitarios cargaron con los errores a veces injustamente y padecieron las sátiras de quienes les tachaban de ignorantes como Quevedo y Moliére. Podían cometer errores, pero lo sociedad no les hubiera tolerado una práxis culposa. Lo malo ha sido la transformación del sanador en mercader, el trueque de propósitos que ha sustituido la voluntad de curar por el afán de lucrarse.

En una valiente entrevista de Joan-Ramón Laporte, jefe del servicio de farmacología del "Hospital de la Vall de Hebrón" de Barcelona, recientemente publicada, se aborda la cuestión de la falta de escrúpulos de ciertas empresas farmacéuticas. Algo intuido por todos y puesto de evidencia con escándalos como el de la pandemia de la “gripe A” (antes “porcina”, después “nueva”, y mas tarde “gripe A”) como tiempo atrás sucedió con la “aviar”, la encefalopatía espongiforme bovina que generó el miedo a “las vacas locas” y amplió su ámbito mercantil a los ganaderos de “borregos locos”. Si por ellos fuera, habrían decretado la medieval “peste negra” para aterrar con relatos truculentos a los hipocondríacos que ya han purgado su aprensión en el diván del psiquiatra. Porque, al fin, todo son ingresos. “Parece que hayan perdido su alma médica y se hayan quedado únicamente con su alma comercial”, dice el doctor Laporte, que presidió el comité de medicamentos esenciales de la OMS, cuando consiguió que se aprobaran los antirretrovirales genéricos en África, que han salvado tantas vidas del SIDA desde 2004.

“La industria farmacéutica esta dominada por las influencias, el poder y el dinero”, ha afirmado categóricamente. La industria farmacéutica española dedica tres veces más presupuesto a promoción comercial que a investigación, y "un medicamento de 100 a 500 euros no cuesta mas que dos o tres, incluido el envase". Nadie puede justificar el precio que pagamos por el esfuerzo de investigación si comparamos con lo gastado en publicidad. Y somos el país que más consume en medicinas, sin percatarnos de que hay productos que tienen nocivos efectos neurológicos e incluso psiquiátricos y que la dispensación de anti-inflamatorios puede generar infartos, del mismo modo que los fármacos contra la hipertensión arterial y los diuréticos suelen producir depresión. Pero en lugar de re-orientar el tratamiento se añaden anti-depresivos y más madera –o más caja-- que es lo mismo. Así se explica que cada vez que se reúnen los comités científicos de EE.UU, la UE o la OMS, “hagan descender los índices considerados normales” para la hipertensión y el colesterol, de modo que en diez años “hemos enfermado todos”.


Darío Vidal
26/01/2011


1 comentario:

  1. Los médicos también tienen su parte de culpa, ¿o no?

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